UNA MUJER IGNORÓ LAS CARTAS DEL HOMBRE QUE DEJÓ HACE 53 AÑOS — PERO CUANDO FINALMENTE LO VISITÓ, DESCUBRIÓ UNA CASA EN RUINAS Y UN DOLOROSO SECRETO
A medida que Margaret envejecía, cargaba con un secreto que la atormentaba desde hacía mucho tiempo. En su juventud, amó a Thomas —un hombre sencillo, bondadoso y lleno de sueños: formar un pequeño hogar donde pudieran vivir juntos y formar una familia.
Pero Margaret eligió otro camino. Se fue a la ciudad, dejando atrás a Thomas y los sueños que compartieron.
Thomas le enviaba cartas mes a mes. Al principio, Margaret las leía. Pero con el tiempo, dejó de abrirlas, pensando que sería más fácil olvidar si no las leía.
Hasta que los sobres se acumularon en una caja —recuerdos del hombre que había dejado atrás.
Pasaron cincuenta y tres años sin que respondiera. Margaret se casó, tuvo hijos, envejeció.
Pero su conciencia nunca la dejó en paz.
¿Qué habrá sido de Thomas? ¿Estaría enojado? ¿Seguiría con vida?
Una tarde de otoño, con bastón en mano y manos temblorosas, Margaret emprendió el viaje de regreso al pueblo donde vivió su juventud.
Al llegar a la vieja casa de Thomas, su corazón latía con fuerza, como si volviera a ser una joven enamorada.

Pero Thomas no estaba en la puerta.
No había sonrisa.
No había brazos dispuestos a perdonar.
Lo que encontró fue una casa —en ruinas, completamente destruida, en un silencio abrumador.
Las ventanas rotas, el techo colapsado, y el jardín invadido por la maleza salvaje.
Dentro, el aire estaba lleno de polvo.
Sobre una pequeña mesa, había un montón de cartas atadas con una cuerda. La letra era familiar —de Thomas.
La tinta ya débil, pero aún llena de amor.
Todas estaban dirigidas a ella.
Él nunca dejó de escribir.
Margaret cayó de rodillas al suelo, sollozando mientras las lágrimas corrían por su rostro arrugado.
A pesar de las décadas, Thomas cumplió su promesa de amarla, incluso si ella nunca regresó.
Entonces, notó algo: una vieja fotografía sobre un mueble antiguo.
Era Thomas, sonriendo, junto a una mujer y dos niños.
En la parte de atrás, escrito con tinta desvaída, decía:
“Mi familia —pero mi corazón siempre pertenecerá a Margaret.”
Su pecho se sintió aplastado por el dolor.
Thomas había formado su propia familia… pero su amor por ella nunca desapareció.
Y ahora, era demasiado tarde para pedir perdón.
Porque a veces, el amor puede esperar toda una vida…
Pero el tiempo, nunca espera.