Tenía 73 años cuando me mudé a la casa de mi hijo: cada vez que se duchaba a las tres de la mañana, cuando me asomaba por la puerta, casi caía en la verdad

Tenía 73 años cuando me mudé a la casa de mi hijo: cada vez que se duchaba a las tres de la mañana, cuando me asomaba por la puerta, casi caía en la verdad

Mi nombre es Lan, tengo 73 años. Una madre que ha capeado todas las tormentas de la vida, y pensé que en mi vejez podría encontrar la paz con la familia. Después de que mi esposo falleció, dejé nuestra vieja casa de ladrillo y madera y me mudé a la ciudad para vivir con mi único hijo, Cường, y su esposa, Thảo.

Al principio, pensé que iba a ser feliz. Cường es un exitoso director de empresa, con un condominio grande y lujoso en el centro de la ciudad. Pero pronto, noté que el brillo de la ciudad estaba acompañado por un escalofrío, un escalofrío que parecía barrer mi corazón.

1. El silencio en una casa elegante

Los tres rara vez salíamos a cenar juntos.

“¿No vendrás conmigo?”, preguntó mientras preparaba la comida.

Solo miró el reloj. “Todavía tengo un trabajo, mamá. Te lo has comido”.

Thảo estaba en silencio, apenas capaz de mirarnos.
“Solo un poco, querida… “Es sopa caliente…”

“¡No tengo ganas! “¡Cállate!” gritó Cường, golpeando una cuchara sobre la mesa.

Me quedé atónito. Su mirada, fría, dura, era la misma que la mirada de mi esposo en ese entonces, antes de lastimarme.

Thảo se quedó en silencio, tratando de sonreír.
“No, mamá … Tal vez solo esté cansado”.
Pero vi… En su mano, había un rastro de un paso, negro, todavía fresco.

2. 3 A.M. – El sonido del agua

Anoche, me desperté con el sonido del agua que salía del baño. Eran las tres de la mañana.

Fruncí el ceño. “¿Por qué Chen Chen está parado en este momento?”

Pero suena raro. No siempre lo es, es como una mezcla de llanto… O el olvido.
Me acerqué, lentamente, y me asomé por la pequeña abertura de la puerta.

Y cuando vi… Me quedé atónito donde estaba.

Thảo estaba allí, temblando, tratando de lavarse los pases en el brazo y el hombro.
Cường estaba de pie junto a él, frío, como una piedra. En su mano sostenía una toalla mojada.

—No crees que haya oído hablar de ti, ¿verdad? —preguntó Chloe.

“No … Mamá es simplemente… Le pregunté si quería comer…”
“¡Mentiroso!”, gritó, y ¡PLAK! — una bofetada truena en el baño.

Thảo se sentó en el suelo, empapado, sollozando.
Me tapé la boca, sofocando los gritos. Mi corazón se ha caído.
Mi hijo fue criado con amor. Su esposo resultó herido.
Al igual que mi padre me hizo a mí.

3. La mañana de las sonrisas falsas

Al día siguiente, mientras desayunábamos, le pregunté a Thảo:
“Hijo, ¿qué le pasó a tu mano?”

Se sorprendió, escondiendo rápidamente su mano debajo de la mesa.
“Ah … “Llamaron a la puerta, mamá. Nada”.

Cường salió, sonriendo, abrazando a su esposa.
“Eso es una lástima, mamá. “Mi esposa es un poco idiota, ¿no?”
Thảo sonrió, pero el miedo era evidente en sus ojos.
Sabía que esa sonrisa era un grito que estaba tratando de tragar.

4. La decisión de una madre

Esa noche no pude dormir.
Los recuerdos del pasado regresaron: los espasmos en mi cuerpo, el miedo, el silencio después del grito.
No. No voy a dejar que Thảo experimente ese infierno.

A la mañana siguiente los llamé a ambos.

“Cường”, dije, “quiero mudarme a la casa del perdón. Tengo amigos allí, alguien me cuidará.
Aquí… Siento que ya no encajo”.

“¿En serio, mamá?”, preguntó, frunciendo el ceño.
“Sí, hijo. Será mejor para todos nosotros”.

Zhao Chen guardó silencio, las lágrimas corrían por su rostro.
Lo abracé con fuerza, susurrando:
“No tengas miedo, hijo. Lo entiendo todo”.

5. Una nueva mañana

Al final del día, volví a encontrar la paz.
No hay gritos, ni miedo, ni muertes.
Tengo amigos de mi edad, riendo, charlando.

Y un día, conocí a Mang Minh, mi hermano menor que pensé que había fallecido hace mucho tiempo.

“Nunca pensé que te volvería a ver, Lan”, dijo, sonriendo.
“Te debo algo”, bromeé, y nos reímos juntos.
No me he reído así en mucho tiempo.

6. Las noticias de la ciudad

Una tarde, Thảo llegó, llevando un ramo de rosas.

“Mamá … Se acabó. He roto con Cường. Ahora tengo una pequeña floristería. Es tranquilo, pero es divertido”.

Lo abracé. “Muy bien, hijo. La felicidad no se concede, se busca y se elige”.

Cuando salió, miré por la ventana.
El sol se está poniendo y el cielo está dorado.
Finalmente, a la edad de 73 años, encontré la verdadera libertad.

No hubo más llanto. Ya no hay miedo.
Solo hay paz… Un corazón que ha aprendido a amar de nuevo.