Desde el día en que mi esposa dio a luz, mi suegra empacó sus cosas y se mudó a mi casa para cuidar a nuestra hija. Al principio, me conmovió, pensando que lo hacía por amor a sus hijos y nietos. Pero poco a poco, todo en la casa empezó a cambiar. Al volver del trabajo, ya no me sentía libre: cada comida era inspeccionada, y por la noche, cuando quería sentarme junto a mi esposa, tenía que evitar la mirada de mi suegra.
Con cuidado le dije: —”Mamá, ¿por qué no regresa a descansar unos días, así la abuela puede venir a cuidar al bebé más cómodamente?” Pero…









