Nadie apareció en la fiesta de cumpleaños de mi hija. Mi teléfono vibró con un mensaje que me rompió el corazón: “¿Quién iría a la fiesta de una niña sin padre?”. Sonreí a través del dolor para que ella no lo viera. Pero justo cuando estábamos a punto de soplar las velas, el suelo empezó a retumbar. Un rugido de motores llenó la calle: una fila de motocicletas se detenía afuera. Los ojos de mi hija se abrieron de par en par, su voz tembaba: “Mamá… esos son los amigos de papá. Esa es la carta que les envié…”.
La voz de Emily temblaba, apenas por encima de un susurro. “Mamá… esos son los amigos de papá”. Metió la mano en el bolsillo con…









