Padre e hijo entran a la habitación equivocada en un crucero y se sorprenden al ver a su esposa abrazando a un hombre desconocido.
Padre e hija entraron por error a la habitación de un crucero en El Nido y se sorprendieron al encontrar a su esposa abrazando a un desconocido.
Toda la familia esperaba que las vacaciones en crucero en El Nido – Bahía de Bacuit (Palawan) fueran una oportunidad para reavivar su amor después de meses ajetreados. Sin embargo, un paso en falso esa noche, el esposo y su pequeña hija revelaron accidentalmente un secreto que convirtió el viaje en un momento estresante para la familia.
Miguel es un oficinista común y corriente que vive en Ciudad Quezón, Metro Manila. Su esposa, Lani, es ágil y trabaja en el negocio de cosméticos en línea. Llevan casi diez años casados y tienen una hija pequeña llamada Anika, de siete años. Anika es encantadora, alegre y siempre la alegría de toda la familia. Recientemente, Miguel notó que Lani estaba más ocupada que antes, a menudo abrazando su teléfono o usando el “trabajo” como excusa para salir. Pero como confiaba en su esposa, no sospechó nada.
Tras meses de arduo trabajo, Miguel decidió reservar un crucero por la bahía de Bacuit para que toda la familia pudiera relajarse. El día de la salida, Anika vitoreaba con alegría, mientras que Lani estaba contenta, aunque un poco preocupada, al recibir el mensaje. Miguel pensó que su esposa solo estaba ocupada con las ventas.
El barco era lujoso, las habitaciones tenían un diseño similar, los pasillos eran largos y confusos. La primera tarde, toda la familia paseó por la cubierta, contemplando el rojo atardecer caer sobre las aguas esmeralda entre los acantilados de piedra caliza típicos de Palawan. Miguel se sintió en paz.
Esa noche, Lani dijo que quería pasar por el spa del barco para relajarse y le dijo a Miguel que llevara a la niña. Miguel accedió y llevó a Anika a la zona del restaurante a comprar un helado. Después de dar una vuelta, padre e hija regresaron a la habitación. Anika corrió rápidamente, vio una puerta entreabierta como la suya y entró corriendo. Miguel la llamó, pero no pudo alcanzarla.
Una vez dentro, Miguel se detuvo. Frente a él estaba Lani, su esposa, sentada en la habitación con un hombre desconocido. No era un encuentro normal: los dos estaban sentados muy cerca, con los ojos llenos de pánico al ver aparecer a Miguel y Anika. Anika preguntó con inocencia:
– «Mamá, ¿qué haces aquí? ¿No es esta nuestra habitación?»
El ambiente se volvió pesado. El otro hombre se levantó rápidamente, saludando torpemente a Miguel. Lani palideció y explicó apresuradamente, tartamudeando:
– «Yo… este es Héctor, mi viejo amigo. Está de viaje de negocios, y casualmente también en este crucero».
Miguel no dijo nada, solo tomó la mano de su hija y la sacó. Su corazón latía con fuerza, su mente daba vueltas. De repente, después de unas vacaciones, se encontró ante una escena que quebrantó su fe…
Esa noche, Miguel no pudo dormir. La imagen de Lani sentada con ese hombre se repetía en su cabeza. Cada vez que Anika le recordaba con inocencia: «Mamá sentada con él se ve rara», el corazón de Miguel se le encogía cada vez más. Lani llamó a la puerta, intentando explicarse. Insistió en que solo había sido un encuentro casual, una vieja amiga que le ayudaba con el trabajo. Pero su tono incómodo y su mirada evasiva hicieron que Miguel no pudiera creerle del todo. Permaneció en silencio, limitándose a asentir con la cabeza.
A la mañana siguiente, mientras Lani estaba ocupada al teléfono, Miguel vislumbró los densos mensajes. Sus sospechas crecieron. Durante el desayuno en el restaurante buffet del crucero, Miguel decidió ser directo:
“Lani, quiero saber la verdad. ¿Quién es ese hombre?”
Lani estaba atónita, con los ojos llenos de lágrimas. Tras un momento de silencio, dijo:
“Es Héctor, mi viejo amigo. Antes, cuando tenía dificultades en los negocios, Héctor me ayudó mucho. No quise ocultarlo… es solo que… mis sentimientos se desbordaron y no pude controlarlos”.
La frase fue como un cuchillo que se clavaba en Miguel. Estaba a la vez enojado y decepcionado. Pensando en su hija, se sentía aún más impotente: ¿cómo podía explicárselo a Anika si él mismo no podía digerirlo?
El ambiente familiar era denso. Anika seguía queriendo salir, mientras que Miguel y Lani tenían el rostro tenso. Esa noche, Lani lloró, pidió perdón y prometió cortar lazos con Héctor. Miguel lo escuchó, pero su corazón seguía convulso. Necesitaba tiempo.
Durante el resto del viaje, Miguel casi no se sintió cómodo. A menudo llevaba a su hija a navegar en kayak cerca de las pequeñas islas, evitando que Lani y Héctor se vieran. Lani tomaba la iniciativa de acercarse muchas veces, pero Miguel seguía manteniendo las distancias.
Una noche, en la cubierta del barco, bajo la brisa marina de Palawan, Miguel estaba sentado contemplando las oscuras cordilleras calizas en la noche. Anika se sentó a su lado, le tomó la mano y le preguntó:
—“Papá, ¿mamá y papá están enojados? Solo quiero que nuestra familia esté unida”.
Las inocentes palabras hicieron que Miguel se ahogara. Recordó los años con Lani: desde el sencillo día de su boda en Manila, cuando ambos ahorraron poco a poco, hasta el momento en que recibieron a Anika. Sabía que aún amaba a su esposa, pero la herida en su corazón era difícil de sanar.
Cuando el crucero atracó en El Nido