Le prestaron dinero a un vecino para construir una casa, y 35 años después su hijo vino a saldar la deuda.
Prestaron dinero a unos vecinos para construir una casa, y 35 años después su hijo vino a mi puerta para devolver la deuda. En cuanto abrió el sobre, mi padre rompió a llorar desconsoladamente y corrió hacia adentro…
Hace mucho tiempo, cuando mi padre, el señor Ramesh, era joven, le prestó algo de dinero a su vecino Harinder Singh en un pueblo de Punjab para construir una pequeña casa. Pasaron treinta y cinco años, y mi familia ya había olvidado esa deuda, considerándola un regalo.

Pero una tarde de invierno, alguien llamó de repente a nuestra puerta de madera. Frente a mí estaba un joven que se presentó como Amit Singh, el hijo de mi viejo vecino. Con las manos temblorosas, le entregó un sobre a mi padre y dijo:
— “Esta es la deuda que me dejó mi padre. Antes de morir, me pidió que se la devolviera.”
Mi padre abrió el sobre y vio que no había mucho dinero dentro, pero al mirarlo rompió a llorar desconsoladamente, dejando a toda mi familia atónita.
Sin poder contenerse, mi padre corrió hacia dentro, sacó 200.000 rupias y, con la voz entrecortada, se las devolvió a Amit:
— “Tu padre no me debía nada… yo soy quien está en deuda con tu familia.”
La verdad era que, cuando construimos nuestra casa, Harinder tuvo que irse a trabajar lejos, a Delhi, para ganar dinero y poder devolver poco a poco lo que le había pedido prestado a mi padre. En aquellos tiempos difíciles, cuando mi familia atravesaba penurias, él nos ayudó en secreto enviando regalos, arroz e incluso dinero de forma anónima. Mi padre nunca se enteró.
Ahora, al ver que su hijo venía a devolver una vieja deuda, mi padre se sintió muy conmovido: comprendió que su familia había estado pagando silenciosamente durante décadas, y nosotros ni siquiera lo sabíamos.
Aquella tarde, ambas familias se abrazaron y lloraron juntas. Esa deuda de 35 años ya no era dinero, sino un profundo afecto que nunca se había extinguido.
Desde el día en que Amit Singh vino a devolver la deuda, nuestras dos familias se convirtieron en algo semejante a parientes de sangre. Ya nadie lo llama “deuda”, sino destino, deber.
Mi padre, el señor Ramesh, desde entonces ha estado enfermo, pero cada vez que menciona a Harinder Singh, sus ojos se iluminan:
— “Si no hubiera sido por su familia, quizá la nuestra no habría sobrevivido a aquellos años de hambruna.”
Amit también viene a menudo, no “para pagar la deuda”, sino para pasar tiempo con nosotros como un familiar. Nos contó que su padre, en Delhi, hizo todo tipo de trabajos —desde cargador hasta estibador en el mercado de Azadpur— solo para cumplir la promesa hecha a mi padre. Y cada vez que lo recuerda, sus ojos se llenan de lágrimas:
— “Mi padre siempre decía: la deuda con el tío Ramesh no es dinero, sino gratitud. Y la gratitud debe enseñarse también a la siguiente generación.”
Muchos años después, cuando mi hijo Rahul aprobó el examen de ingreso en la Universidad de Delhi, la primera persona en felicitarlo fue Amit. Le regaló una mochila nueva y le dijo:
— “Mi hijo ya la usó, ahora es tu turno. Considéralo un recuerdo para continuar la amistad de nuestros padres.”
Rahul se emocionó y abrazó a Amit como si fuera su propio tío. Desde entonces, Rahul y Ananya, la hija de Amit, se hicieron grandes amigas. Estudiaban juntas, se ayudaban en sus tareas e incluso organizaron actos de caridad en nuestro viejo pueblo.
Cuando Rahul se casó, Amit y su familia fueron quienes realizaron la mayoría de las ceremonias. Aquella boda no solo fue un día feliz, sino también la prueba de que la amistad de hace 35 años se había convertido en un vínculo duradero entre dos familias.
Antes de morir, mi padre, el señor Ramesh, pudo ver a ambas familias reunidas en una misma mesa, con hijos y nietos conversando alegremente. Tomó mi mano y susurró:
— “Nuestra deuda se ha transformado en un lazo familiar. Puedo irme en paz.”
Ahora, en cada festival, hijos y nietos de ambos lados se reúnen; ya no hay distancia entre las dos familias. Los aldeanos, al vernos, dicen:
— “Ya no son las familias Sharma y Singh… ahora es una sola gran familia unida por generaciones.”
Y comprendí que una deuda del pasado se había convertido en un regalo invaluable para el presente: un lazo familiar que perdurará durante muchas generaciones.