La Devolución Silenciosa: Mi Nuera Fue Tan Cruel Que Llegó a Escupirme el Rostro… Pero Mi Venganza Fue Una Obra Maestra Que Nadie Jamás Imaginó.

Rebeca, de 60 años, estaba enferma en la cama cuando su hijo, Rodrigo, se acercó, tomó su mano y le dijo que su esposa, Vanessa, cuidaría de ella. Poco después, Vanessa entró en la habitación con una sonrisa, colocándose al lado de la cama. Rodrigo besó la frente de su madre y salió para el trabajo.

Tan pronto como él salió de la habitación, la expresión de Vanessa cambió: la sonrisa se transformó en odio. Murmuró que odiaba a Rebeca y que haría todo lo posible para sacarla de allí, ya que no aceptaba que su marido prestara más atención a su madre que a ella misma. Para humillarla, escupió en la misma frente que Rodrigo había besado con cariño minutos antes.

Vanessa comenzó entonces su serie de crueldades. Dejaba a la señora sin comida durante horas, no la ayudaba a ir al baño —forzándola a orinar en la cama— y permanecía a su lado solo para insultarla. Se aprovechaba de la fragilidad de Rebeca, que no podía hablar ni moverse bien.

Pero cuando el reloj marcaba las seis, todo cambiaba. Vanessa le daba un baño a Rebeca, arreglaba la cama y le servía un plato de comida. Y así, cuando Rodrigo volvía del trabajo, veía a su madre aparentemente bien cuidada y ni siquiera imaginaba el tormento que ella sufría. Orgulloso, besaba a su esposa y decía que era una excelente cuidadora. Vanessa, con la voz suave que solo usaba frente a su marido, agradecía con una dulce sonrisa.

Rebeca solo observaba en silencio. Esa noche cerró los ojos y pidió a Dios fuerzas para poder levantarse de la cama y no tener que sufrir más de esa manera.

La mayor sorpresa llegó después. Vanessa, sin nadie que la ayudara, tuvo que preparar el almuerzo y salió de casa en coche. Mientras cruzaba la calle, un camión que había perdido los frenos se descontroló y chocó con la parte trasera del coche de Vanessa. Ella golpeó fuertemente la cabeza contra el volante y se desmayó, pero el coche siguió bajando la pendiente hasta dirigirse hacia un poste. En ese momento, Vanessa despertó, miró al frente con los ojos nublados y vio cómo el coche chocaba de frente contra el poste.

Cuando abrió los ojos nuevamente, estaba en casa, sin entender cómo había llegado allí. Intentó levantarse, pero le dolían las espaldas. Se miró a sí misma y vio que su cuerpo estaba vendado; intentó hablar, pero la mandíbula estaba inmovilizada con vendajes. Solo podía mover los ojos, sin sentir dolor en el resto del cuerpo.

Poco después, su marido entró en la habitación. Al ver los ojos de Vanessa abiertos, sonrió y le contó que, después del accidente, había pasado algunos días en coma en el hospital, pero que el médico la había dado de alta para que pudiera ser cuidada en casa. Estaba feliz de que ella hubiera despertado.

Lo que más sorprendió a Vanessa, sin embargo, fue ver a la señora Rebeca entrando en la habitación y caminando normalmente. Durante el tiempo que Vanessa estuvo en coma, Rebeca había recuperado su fuerza —. Cuando Rodrigo, el marido de Vanessa, besó su frente y salió para el trabajo, dejó a Rebeca cuidando de su esposa.

Rebeca se sentó al lado de la cama, cruzó las piernas y encendió un cigarro.

Comentó que podría poner la punta del cigarro caliente sobre la frente de Vanessa. Los ojos de Vanessa se abrieron de par en par por el miedo. Sin embargo, Rebeca apagó el cigarro y lo tiró a la basura con elegancia, diciendo que no haría eso. En lugar de eso, devolvería todo con amor. Besó la frente de Vanessa, un gesto que, paradójicamente, le provocó temor.

Luego, Rebeca le dio de comer a Vanessa, la ayudó a bañarse y la cuidó con tanto cariño que, un día, Vanessa pudo mover la mandíbula y habló de manera suave, llena de amor, pidiendo perdón. Confesó que no sabía que Rebeca era tan buena y reveló que, debido a su propia madre, había creído que todas las madres eran duras y malvadas.

Rebeca la silenció acariciándole el cabello y le dijo que no había nada por lo que disculparse. Después de eso, Vanessa se recuperó por completo y pasó a vivir feliz junto a Rebeca, llamándola segunda madre. Más tarde admitió que Rebeca no era solo una segunda madre, sino la mejor madre que jamás había tenido. Y así, la familia fue restaurada, llena de amor y felicidad.