Esa noche no pegó ojo. Ni siquiera por un segundo.

Las costuras le dolían. Le pesaban los pechos.
Pero lo que más le dolía era lo que no se veía.
Se la habían llevado. Está viva, pero no está aquí. Y nadie luchará por mí.
No.
Elena Marinova no era de esas mujeres que esperan a que las rescaten.
Ex abogada del ayuntamiento de Plovdiv.
Toda su vida había rellenado documentos, llevado casos, visto cómo los funcionarios se pasaban la responsabilidad como una patata caliente.
Sabía cómo se «elaboraba» un expediente de evaluación social.
Y también sabía quién ocupaba cada despacho.
«No me destruyeron. Simplemente me tacharon. Ese fue su error».
Su marido, Dimitar, estaba en estado de shock.
— Leno… por favor, no hagas nada precipitado. No seas…
— Voy a recuperar a mi hija. Aunque tenga que meter a la mitad de la Agencia de Protección Infantil en la cárcel.
— Te arrestarán…
— Que lo hagan. Solo déjame abrazarla primero.
Primero, la clínica de Sofía donde se había hecho la fecundación in vitro.
Allí le sacaron todo el expediente: contrato, protocolo del procedimiento, grupo sanguíneo.
Después, en la maternidad, donde obtuvo un segundo certificado de nacimiento.
Por último, un laboratorio privado de ADN.
Coincidencia del 99,997 %.
A las 15:42 entró en el edificio de la Dirección de Asistencia Social de la provincia de Plovdiv.
Con una carpeta azul oscuro. Dentro:
Segunda prueba de ADN.
Historial médico del parto.
Certificado de la clínica de fecundación in vitro.
Copia de la denegación de entrega.
Y fotos impresas del perfil de Facebook de la mujer que «cuida al niño»,
esposa del jefe de departamento de la misma dirección.
— Esto no es un error. Es una adopción ilegal.
— Señora Marinova, le rogamos…
— No me roguéis a mí. Rogad a la fiscalía.
Al tercer día, estalló la polémica.
«La abuela dio a luz y le quitaron al niño», gritaban los titulares.
«Bebé sustraído sin resolución judicial».
«¿Un empleado de la Agencia de Protección quiere “introducir” un niño en su casa?».
Los reportajes se emitieron en NOVA, bTV, «Gospodari na efira» sacó los archivos.
El Ministerio de Justicia anunció una investigación.
La Fiscalía General inició una investigación por abuso de poder y tráfico de influencias.
Y entonces llegó la carta:
«Devolución inmediata del niño a su madre biológica».
Elena regresó al mismo hospital.
Sin lágrimas. Sin ira.
La enfermera la recibió con un ligero temblor en la voz:
—Por favor… cójela con cuidado. Está acostumbrada al ruido.
—Se acostumbrará a mí. Soy su madre.
Elena se sentó. Abrazó a Mariela.
Esta se movió. Emitió un sonido. Se detuvo. Respiró.
Y se acurrucó contra ella, como si hubiera vuelto a casa.
—Estoy aquí, mi tesoro.
Y nadie… nunca más… te llevará.