Era de noche, y el silencio del hogar
πππΓ, ππ ππ ππππππ π πππΓβ

Era de noche, y el silencio del hogar se rompΓa con gritos. Los vasos vibraban sobre la mesa, las paredes parecΓan guardar cada palabra dura que Γ©l le lanzaba a ella.
En el pasillo, escondido detrΓ‘s de una puerta entreabierta, un niΓ±o de apenas siete aΓ±os observaba con el corazΓ³n desbocado.
Sus pequeΓ±os dedos apretaban fuerte la madera, como si asΓ pudiera contener el miedo que lo atravesaba.
Sus ojos estaban llenos de lΓ‘grimas, pero no lloraba fuerteβ¦ no querΓa que lo descubrieran.
Su mente infantil no entendΓa lo que pasaba. βSi el amor es bonito, ΒΏpor quΓ© en mi casa duele tanto?
Si papΓ‘ dice que quiere a mamΓ‘, ΒΏpor quΓ© le grita asΓ? ΒΏPor quΓ© me da tanto miedo?β
De pronto, el momento que mΓ‘s temΓa ocurriΓ³: su padre levantΓ³ la mano contra su madre.
El golpe no habΓa caΓdo aΓΊn, pero el gesto bastΓ³ para romperle el alma. SintiΓ³ que el mundo se le venΓa abajo.
Y entonces, sin pensarlo, el miedo se convirtiΓ³ en valentΓa.
Con pasos temblorosos saliΓ³ de su escondite. Su voz estaba rota, pero saliΓ³ de lo mΓ‘s profundo de su corazΓ³n:
βPapΓ‘, no le pegues a mamΓ‘β¦

El tiempo se detuvo. El hombre quedΓ³ paralizado, sorprendido.
Su mano aΓΊn en el aire, sus ojos fijos en el niΓ±o que lo miraba con una mezcla de terror y coraje.
La madre, con el rostro enrojecido y las lΓ‘grimas corriendo, se lanzΓ³ hacia su hijo y lo abrazΓ³ con todas sus fuerzas,
como si ese pequeΓ±o cuerpo fuera ahora su refugio. Γl sollozaba contra su pecho, escondiendo la cara,
intentando cubrirla con sus brazos como si pudiera protegerla del gigante que tenΓa delante.
En ese instante, el silencio fue mΓ‘s fuerte que cualquier grito. El padre no dijo nada. Pero el niΓ±o,
con su gesto, habΓa dejado claro algo que los adultos parecΓan olvidar: que la violencia nunca es amor.
La madre lo acariciΓ³, con la voz temblorosa susurrΓ³ en su oΓdo:
βTodo va a estar bien, hijoβ¦
Pero en su interior, sabΓa que nada volverΓa a ser igual. Porque ese grito inocente no solo habΓa detenido un golpe,
tambiΓ©n habΓa roto el secreto mΓ‘s doloroso: su hijo ya no era ajeno al miedo, ya no era ajeno a la violencia.
Ese niΓ±o no conocΓa de leyes ni de derechos, pero entendΓa lo esencial:
Que amar no es gritar.
Que cuidar no es lastimar.
Que las manos que golpean nunca deberΓan llamarse amor.
Y con esa frase quebrada, un niΓ±o de siete aΓ±os enseΓ±Γ³ una lecciΓ³n mΓ‘s grande que cualquier sermΓ³n:
que el verdadero amor se demuestra protegiendo, nunca destruyendo.