EL NIÑO RICO SE PONE PÁLIDO AL VER A UN MENDIGO IDÉNTICO A ÉL — ¡NUNCA IMAGINÓ QUE TENÍA UN HERMANO!
Un día, un joven millonario se cruzó en la calle con un niño andrajoso.
Su ropa estaba rota y sucia… pero su rostro…
Era exactamente igual al suyo.

Lo llevó a casa, entusiasmado, y lo presentó a su madre:
—¡Mamá, mira! Parece que somos gemelos.
Al girarse, los ojos de la madre se abrieron de par en par, sus rodillas temblaron y cayó al suelo, llorando.
—Lo sé… Siempre lo supe.
La revelación que vino después era algo que nadie jamás habría imaginado.
—Tú… tú eres igual a mí —dijo Ashton con la voz temblorosa.
No podía creerlo. Miraba fijamente al niño que tenía delante. Eran idénticos.
Tenían los mismos ojos azules profundos, las mismas facciones, el mismo cabello rubio.
Era como mirarse en un espejo.
Pero no lo era.
El niño frente a él era real. Y lo miraba como si hubiera visto un fantasma.
Se parecían tanto… pero había una gran diferencia:
Uno creció rodeado de lujos, el otro en la calle, entre hambre y abandono.
Ashton examinó al niño con atención.
Su ropa estaba desgastada, con agujeros, sucia. El cabello, enredado. La piel, quemada por el sol.
Olía a calle, a sudor, a supervivencia.
Ashton, en cambio, llevaba perfume caro, ropa de diseñador, y nunca había conocido la miseria.
Durante varios minutos, se miraron sin decir una sola palabra.
El tiempo pareció detenerse.
Ashton dio un paso hacia adelante, despacio.
El niño retrocedió, temeroso.
Pero Ashton habló con suavidad:
—No tengas miedo. No voy a hacerte daño.
El niño no respondió, pero el miedo era evidente en sus ojos.
—¿Cómo te llamas? —preguntó Ashton.
El niño tardó en responder. Después de unos segundos, murmuró:
—Mi nombre… es Luke.
Ashton sonrió y le tendió la mano.
—Yo soy Ashton. Mucho gusto, Luke.
Luke miró la mano de Ashton, desconfiado.
Nadie solía saludarlo así.
La mayoría de la gente lo evitaba, lo llamaban sucio, maloliente.
Pero Ashton no parecía importarle su apariencia ni su olor.
Tras unos segundos de duda, Luke también extendió la mano.
Y cuando sus manos se tocaron, Ashton sintió algo extraño…
Una conexión. Como si siempre hubieran estado ligados.
El silencio en el coche era tan profundo que Ashton podía oír los latidos de su propio corazón.
Luke miraba por la ventana, con los ojos bien abiertos, intentando comprender por qué estaba yendo a una casa tan grande, tan limpia, tan diferente a todo lo que conocía.
El chófer, perplejo, lanzaba miradas por el retrovisor, pero no decía nada. Estaba acostumbrado a las excentricidades de la élite… pero traer a un niño de la calle a casa era algo completamente nuevo.
—Mi madre quiere conocerte.
Cuando llegaron a la mansión de los Holloway, Luke dudó antes de bajar. Ashton, con una sonrisa amable, tomó su mano.
—Aquí estás seguro —susurró Ashton—. Confía en mí.
La puerta de entrada se abrió automáticamente, revelando el mármol brillante, el aroma de flores frescas y el sonido lejano de un piano. El contraste con la apariencia sucia de Luke era abrumador, pero nadie dijo ni una palabra.
Subieron las escaleras. Ashton empujó con cuidado la puerta del dormitorio de su madre.
—¿Mamá?
Ella estaba sentada, leyendo. Cuando levantó la vista, se congeló. El libro cayó de sus manos. Sus ojos se agrandaron. La taza de té temblaba entre sus dedos.
—¿Quién… quién es ese? —su voz salió temblorosa, como si estuviera viendo un fantasma.
Ashton, con un brillo en los ojos, dijo:
—Mamá, él… él se parece a mí. ¿Cómo es posible?
La mujer se llevó la mano a la boca. Se puso pálida. Sus ojos se llenaron de lágrimas contenidas. Miró de Ashton a Luke… y se derrumbó.
—Lo sabía… siempre supe que este día llegaría.
—¿Qué sabías, mamá? —preguntó Ashton, confundido.
Ella no respondió de inmediato. Se levantó, tambaleándose, y se arrodilló ante Luke. Tocó su rostro sucio con manos temblorosas.
—Tienes… tienes sus ojos…
Luke estaba paralizado.
—¿Los ojos de quién? —murmuró con voz baja.
—De tu padre —susurró ella—. De nuestro padre.
Ashton sintió que el suelo desaparecía bajo sus pies.
—¿Cómo que… NUESTRO padre?
El Secreto
El tiempo pareció detenerse. La madre de los niños se sentó en el sofá, respirando hondo, intentando encontrar palabras que no destruyeran todo de una vez.
—Hace veinte años… antes de casarme con el padre de Ashton, tuve una relación breve. Un error, según mi familia. Quedé embarazada. Y mi madre me envió lejos, a un convento en el interior de España. Dijeron que eso destruiría nuestra reputación.
Luke no se movía. Aquello parecía un drama de los que había escuchado en las radios antiguas.
—Tuve al bebé… te tuve a ti, Luke. Pero mi familia… me obligaron a darte en adopción. Dijeron que nunca más podría verte. Que sería como si nunca hubieras existido.
Se cubrió el rostro, sollozando.
—Y entonces… años después, conocí al padre de Ashton. Un hombre bueno. Estable. Nos casamos. Tuvimos a nuestro hijo. Pero todos los días… todos los días pensaba en ti, Luke.
Ashton parecía incapaz de respirar.
—¿Entonces… somos hermanos?
Ella asintió, llorando.
—Gemelos. Separados al nacer. Uno criado en la riqueza… el otro, olvidado en las calles.
Los ojos de Luke se llenaron de lágrimas.
—Yo pensaba que no valía nada. Que nadie me había querido jamás…
La mujer corrió hacia él y lo abrazó con fuerza.
—Siempre te he amado. Siempre. Solo fui demasiado cobarde para luchar por ti.
El Primer Baño Caliente
La mansión se llenó de voces. El abuelo, el administrador de la fortuna, e incluso los empleados querían saber quién era ese niño con los ojos de Ashton.
Pero la madre ahora era una leona. Defendía a Luke como si fuera un ángel caído del cielo.
—Prepárenle una habitación —ordenó—. Quiero un baño caliente, ropa limpia y que coma lo que desee.
Luke entró a la ducha como quien entra a una iglesia.
Dejó que el agua corriera sobre su piel durante largos minutos, como si pudiera lavar los años de hambre y abandono.
Al salir, encontró ropa nueva doblada con cuidado. Y al ponerse la camisa suave, sintió algo que nunca antes había sentido:
dignidad.
La Primera Noche Juntos
Los dos hermanos pasaron la noche en la habitación de Ashton, hablando hasta el amanecer.
—¿Sabías que éramos tan parecidos? —preguntó Ashton, riendo.
—No. Nunca pensé que alguien algún día me miraría con cariño.
—Ahora ya no estamos solos. —respondió Ashton.
Pero había un problema. Un problema que ellos todavía no sabían que existía.
Algo que estaba a punto de amenazarlo todo.
El Padre Biológico
A la mañana siguiente, llegó una carta.
Sin remitente.
Pero la letra… era reconocible para la madre.
La leyó en silencio, pálida.
—Él… él lo sabe.
—¿Quién? —preguntó Ashton.
Ella dudó.
—El padre de ustedes.
Luke abrió los ojos con asombro.
—¿Él sigue vivo?
—Sí. Y si se entera de que Luke está aquí… querrá interferir. Es peligroso.
—¿Peligroso cómo?
Ella no respondió.
Esa noche, alguien llamó a la puerta de la mansión.
Un hombre alto, vestido de negro, con los ojos fríos como el hielo.
—Vengo a buscar lo que es mío.