El día de mi divorcio, pensé que empezaría una nueva etapa llena de mensajes felices, pero no esperaba que mi ex esposa apareciera y declarara…

Cuando sonó el “golpe” del martillo, Diego esbozó una sonrisa de alivio.
Divorciado — finalmente había escapado de ese matrimonio sofocante.
Delante de él, Valeria seguía sentada en silencio, jugando con el montón de papeles del divorcio, con el rostro delgado y la piel pálida por la falta de sueño. Llevaba una camisa blanca vieja y gastada, el cabello recogido, y su mirada estaba vacía.
Al mirar a su ex esposa, Diego solo pensó en una palabra: molesta.
Tres años de matrimonio, y Valeria no podía darle hijos. La familia era pobre, sus padres estaban enfermos y su hermano menor aún estudiaba. Diego estaba harto.
Quería casarse con Camila — la chica que acababa de conocer, joven, acomodada, y que además estaba embarazada.
Anoche, le dijo directamente a Valeria:
—No me das nada más que fatiga. Divorciémonos, cuanto antes, mejor.
Valeria no suplicó, no discutió; solo asintió levemente y silenciosamente comenzó a empacar sus cosas esa misma noche.
Esa calma irritó a Diego.
Era como si ella lo considerara alguien sin valor para lamentar.
Al salir de la puerta del juzgado, Diego sacó su teléfono y, con voz alegre, llamó a Camila:
—Listo, cariño, esta noche vamos a celebrar.
Pero antes de que pudiera terminar la frase, el sonido de un motor se oyó detrás de él.
Un Mercedes S-Class negro apareció, deteniéndose justo frente a él. El conductor, vestido con traje impecable, bajó y se acercó directamente a Valeria:
—Por favor, suba al coche, el Director Martínez la está esperando.
Diego se quedó boquiabierto. “¿Director Martínez?” — un nombre que le sonaba familiar.
Se volvió hacia Valeria, vio que ella estaba ligeramente sorprendida, y luego sonrió levemente. Ella asintió en agradecimiento al conductor y subió al coche.
La puerta se cerró, y el auto se deslizó por la calle.
Dentro del coche, el hombre con traje gris — Martínez, se volvió hacia Valeria con mirada tierna:
—Has trabajado duro. Ahora ven conmigo, ¿de acuerdo?
—Estoy bien, solo un poco cansada.
—De ahora en adelante, no soportes todo sola.
Martínez era amigo cercano del hermano de Valeria, y había estado enamorado de ella en secreto durante años. Sabía todo lo que ella había sufrido en ese matrimonio, solo esperando el día en que pudiera liberarse para poder protegerla.
Dos meses después, Diego y Camila comenzaron a tener problemas. El negocio de Camila fracasó, y Diego tuvo que vender su coche para pagar deudas.
Una noche, accidentalmente, vio a Valeria en una revista de economía: vestida con un elegante traje negro, de pie junto a Martínez durante la firma de un contrato internacional valorado en cientos de millones de dólares.
El pie de foto decía:
“Vicepresidenta Ejecutiva del Grupo Martínez – Sra. Valeria López.”
Diego se quedó paralizado.
Camila estaba detrás de él, sonriendo con desdén:
—Resulta que tu ex esposa ahora es la jefa de la compañía en la que estoy intentando trabajar.
Diego se desplomó en una silla, dejando que las lágrimas cayeran sin entender realmente por qué.
La mujer que alguna vez despreció, resultó ser alguien que él nunca podría alcanzar.