Durante el control de seguridad en el Aeropuerto Internacional Benito Juárez de la Ciudad de México

Durante el control de seguridad en el Aeropuerto Internacional Benito Juárez de la Ciudad de México, un oficial notó algo sospechoso en la maleta de una anciana. En el momento en que la abrieron, el contenido dejó a todos boquiabiertos. 😲😨

Mientras revisaban el equipaje de la mujer mayor, el oficial observó algo extraño en el escáner y ordenó que se abriera la maleta: lo que encontraron dentro sorprendió a todos.

La anciana, Doña Carmen Morales, parecía cansada pero bondadosa. En el control de pasaportes, explicó con voz tranquila que volaba a Guadalajara para visitar a sus nietos durante el invierno; hacía mucho tiempo que no los veía y los extrañaba con el alma.
Una vez que sus documentos fueron aprobados, empujó suavemente su vieja maleta gris hacia la cinta del control de seguridad.

El joven oficial de seguridad, Luis Ramírez, con su uniforme impecable, observaba la pantalla del escáner con los ojos cansados. Pasaba maleta tras maleta sin nada fuera de lo común—hasta que una forma extraña apareció en el monitor. Se inclinó hacia adelante, entrecerrando los ojos.

—“Un momento…” murmuró. “¿Qué se supone que es eso?”

Alzó la vista hacia la mujer del pañuelo en la cabeza, que esperaba pacientemente.

—“Señora, ¿podría decirme qué lleva dentro de su maleta?” —preguntó.

—“Nada fuera de lo común,” respondió ella con dulzura. “Solo unos regalos para mis nietos.”

—“Señora,” dijo el oficial frunciendo el ceño, “eso no es lo que muestra el escáner. ¿Qué está ocultando?”

Sus ojos cayeron al suelo, y sus manos temblorosas la delataron. Parecía asustada, casi culpable.

—“No hay nada… ya se lo dije,” susurró.

—“Entonces tendré que abrirla yo mismo,” dijo el joven con firmeza.

—“¡No puede! ¡No le daré la combinación!” —exclamó ella, pero ya era demasiado tarde. Con unas pinzas, el oficial rompió el candado. La tapa se levantó… y todos los presentes se quedaron inmóviles.

Dentro había… 😱😲
¡Tres gallinas vivas! Apretadas unas contra otras dentro de la maleta. Junto a ellas había un poco de grano y un trapo viejo que probablemente usó para mantenerlas calientes. Una gallina cacareó suavemente, mientras otra intentaba aletear para salir.

—“Estas… están vivas,” dijo el oficial incrédulo.

—“Sí,” respondió Doña Carmen con calma. “¿Acaso no le dije que eran regalos para mis nietos?”

—“Señora, sabe que transportar animales sin documentos está prohibido,” le recordó el oficial.

Ella suspiró profundamente.
—“Solo quería que mis nietos tuvieran una sopa fresca. Las cosas allá son muy caras. Crié estas gallinas yo misma… son limpias, de casa.”

El joven no supo qué decir. Miró a su compañero, quien solo se encogió de hombros. Después de una breve conversación, su supervisor decidió que las aves debían ser entregadas al servicio veterinario del aeropuerto y se levantaría un reporte contra la pasajera.

Mientras el personal levantaba cuidadosamente las gallinas, lágrimas corrieron por las mejillas de Doña Carmen.

—“Lo siento,” dijo suavemente. “No quise causar problemas…”

El tono del oficial se volvió más amable.
—“Lo sabemos, señora. Pero las reglas son para todos.”

Las aves fueron puestas en cuarentena, y más tarde una granja cercana aceptó recibirlas. A la abuela se le permitió abordar, pero su “regalo” quedó atrás.

Justo antes de partir, ella se volvió hacia el oficial y dijo en voz baja:
—“Por favor, dígales que no se olviden… esas gallinas son mías.”

El joven sonrió por primera vez ese día y asintió.
—“Se lo prometo, señora. Estarán bien cuidadas.” 🕊️