“Dos viudas. Un sueño. 80 días para vivir como nunca antes.”
—¿Y si damos la vuelta al mundo en 80 días cuando cumplamos 80?
Sandy lo dijo entre risas, con una taza de café en la mano y el mapa del mundo colgado en la pared del comedor.
Ellie la miró con una ceja levantada.
—¿Estás loca?
—Probablemente. ¿Pero… por qué no?
Ambas tenían 78 años. Viudas. Amigas desde hacía más de dos décadas. Se habían conocido en una misión médica en Zambia y, desde entonces, la vida las unió con risas, duelos y un montón de “algún día”.
—Ya sabes que eso de “algún día” se nos está acabando —dijo Sandy, guiñando un ojo.
Ellie suspiró.
—Va. Lo hacemos.
Dos años después, con 81 bien cumplidos y la pandemia ya detrás, empezaron a empacar.
No llevaban maletas de lujo ni ropa de influencer.
Llevaban mochilas, pastillas para la presión, un cuaderno de viaje y una promesa: no dejar ningún país sin una carcajada.
Día 1. Texas. Salida oficial.
Día 4. Isla de Pascua. Ellie besa a un Moái. Sandy se burla:
—¿Y si se despierta?
—Que me lleve. Prefiero eso a morir en una butaca viendo novelas.
Día 10. Antártida. Una tormenta casi las deja encerradas. Se abrazan temblando de frío.
—¿Estás bien?
—Estoy viva. Eso ya es estar bien.
Volaron en avión, barco, tren y hasta camello.
Se perdieron en Estambul, bailaron en Bali, vieron la aurora boreal en Laponia y caminaron entre las ruinas de Petra como si tuvieran veinte.
—No somos turistas —decía Ellie—. Somos exploradoras geriátricas.
En Tokio, una joven japonesa les pidió una foto.
—¿Son famosas?
Sandy rió.
—No. Solo somos lentas y felices. Y al parecer, eso llama la atención
Grababan videos sin filtro. Sin maquillaje. Con risas y rodillas doloridas.
En TikTok, las llamaron “las abuelas de los 80 días”.
Miles de personas las seguían. Comentaban cosas como:
“Gracias por recordarme que mi vida no terminó a los 60”.
“Ahora quiero viajar con mi madre”.
“Me hiciste llorar. No sabía que tenía permiso para soñar.”
Ellie leyó uno en voz alta:
—‘Ustedes son el tipo de mujeres que quiero ser cuando crezca’.
Sandy sonrió, con los ojos brillando.
—Mira vos… a esta edad, inspirando gente sin querer.
Día 79. Nueva York.
Sentadas frente al río, con bufandas hasta la nariz, recordaron todo.
—¿Te das cuenta? Vimos el mundo entero.
—Sí. Pero lo mejor fue verlo contigo.
Silencio.
—¿Repetimos a los 85?
Ellie se rió.
—Si seguimos vivas, te prometo que te vuelvo a besar un Mo
Día 80. De vuelta en casa.
Maletas vacías. Corazones llenos.
Fotos por cientos. Historias por miles.
Alguien les preguntó:
—¿Qué fue lo mejor del viaje?
Sandy pensó. Ellie respondió:
—Que seguimos vivas, y dejamos de posponer la alegría.
Hoy, planean su próxima locura.
No tienen planes de frenar.
No tienen miedo.
No tienen tiempo que perder.
Como escribió Ellie en su diario: “La edad no te detiene. Lo que te detiene es creer que ya no puedes comenzar nada nuevo.”