Dejó a su novia en casa en 1997 — nunca volvió y 20 años después alguien usó su tarjeta…

El 15 de agosto de 1997, el aire húmedo de Shalapa cargaba el aroma a café y tierra mojada, que siempre precedía a las lluvias vespertinas. Nascimento Herrera ajustó el espejo retrovisor de su suru blanco 1995 mientras esperaba que el semáforo de la avenida Lázaro Cárdenas cambiara a verde. A sus 26 años trabajaba como técnico en refrigeración para una empresa local y había logrado construir una vida estable junto a Beatriz, su novia de 3 años, en una pequeña casa de renta en la colonia Centro.
Esa tarde Beatriz lo esperaba en casa con la cena preparada. habían planeado ver una película en la televisión y discutir los detalles de su boda programada para diciembre de ese mismo año. Ncimento había prometido llegar a las 7 de la tarde, pero una llamada de emergencia lo obligó a hacer una última reparación en un restaurante del centro histórico. “Amor, se me complicó un trabajo, pero en dos horas máximo estoy contigo.” le había dicho por teléfono desde una caseta pública.
Beatriz, acostumbrada a estos imprevistos laborales, le respondió con comprensión, “Te espero, mi vida. Ten cuidado. Nacento terminó la reparación cerca de las 9 de la noche. El dueño del restaurante, don Evaristo, le pagó en efectivo como siempre 600 pesos que Ncimento guardó cuidadosamente en su cartera junto con su credencial de elector y dos fotografías de Beatriz.
Antes de partir, se detuvo en una tienda para comprar las flores que siempre le llevaba cuando llegaba tarde. Unas margaritas blancas pidió a la florista, quien lo conocía bien por ser cliente frecuente. El zur arrancó sin problemas, pero al llegar a la altura del puente Shalic, Nascimento se dio cuenta de que había olvidado recoger una herramienta especializada que había prestado a un colega en el taller mecánico Los Pinos, ubicado en la carretera que conecta Shalapa con Coatepec.
Era una llave inglesa de tamaño específico que necesitaría al día siguiente para un trabajo importante. Conociendo a Beatriz, sabía que ella entendería un retraso más de 30 minutos si significaba asegurar el trabajo del día siguiente. Desde una caseta telefónica en una gasolinera intentó llamar a casa, pero la línea sonaba ocupada. probó tres veces más, pero obtuvo el mismo resultado. Pensó que tal vez Beatriz estaría hablando con su hermana Lucía, quien vivía en Puebla, y solía llamar los miércoles por la noche.
Decidió seguir rumbo al taller, recoger la herramienta y regresar rápidamente. El taller mecánico Los Pinos cerraba a las 10 de la noche, pero el propietario Rodolfo Castañeda solía quedarse hasta más tarde organizando las reparaciones del día siguiente. Nascimento conocía bien el camino. Había trabajado ahí durante dos años antes de conseguir su empleo actual. La carretera serpenteaba entre cerros cubiertos de vegetación tropical, iluminada apenas por algunas casas dispersas y los faros de los pocos vehículos que transitaban a esa hora.
A las 9:45 de la noche, Ncimento llegó al taller. Rodolfo estaba revisando el motor de una camioneta Ford y se alegró de verlo. Nacimento, qué bueno que viniste. Tu llave inglesa está en el gabinete de herramientas. Oye, ¿no quieres quedarte un rato? Tengo unas cervezas frías y estoy batallando con esta transmisión. Nacimento sonrió y negó con la cabeza. Gracias, Rodolfo, pero Beatriz me está esperando para cenar. Ya voy supertarde. Recogió su herramienta, se despidió con un apretón de manos y caminó hacia su Tsuru.
Fueron las últimas palabras que alguien escuchó de nacimiento Herrera. El motor del suru arrancó normalmente, las luces traseras se perdieron en la oscuridad de la carretera y desde ese momento el joven técnico en refrigeración se desvaneció como si la tierra se lo hubiera tragado. Beatriz esperó hasta la medianoche antes de comenzar a preocuparse. Realmente conocía los horarios laborales irregulares de su novio, pero nunca había faltado a sus promesas sin avisar. A la 1 de la madrugada llamó a la casa de los padres de nacimiento, doña Esperanza y don Raúl, quienes vivían en la colonia Rafael Lucio.
“No ha llegado ni ha llamado”, les explicó con voz temblorosa. Dijo que vendría a cenar, pero ya son más de 6 horas. Don Raúl, un hombre de pocas palabras, pero gran intuición, sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal. En sus 58 años de vida había desarrollado un sexto sentido para las tragedias familiares. Su hijo era responsable y puntual. Incluso cuando tenía problemas mecánicos con el coche, siempre encontraba la manera de comunicarse. “Vamos a buscarlo”, le dijo a su esposa mientras se ponía los zapatos.

Algo no está bien. Los padres de nacimiento llegaron a casa de Beatriz a las 2 de la madrugada. Juntos decidieron recorrer las rutas que Nascimento solía tomar. Primero hacia el centro histórico donde había hecho la última reparación. Después hacia los talleres mecánicos donde tenía contactos. En el restaurante de Don Evaristo confirmaron que Ncimento había terminado su trabajo alrededor de las 9 y había partido en buenas condiciones, aparentemente tranquilo y con prisa por llegar a casa. La búsqueda continuó hasta el amanecer sin resultados.
A las 8 de la mañana del 16 de agosto, don Raúl se dirigió a las oficinas de la Policía Judicial del Estado de Veracruz para presentar la denuncia por desaparición. El comandante Gilberto Maldonado, un veterano de 42 años con experiencia en casos similares, tomó la declaración con profesionalismo, pero su expresión revelaba el escepticismo típico de quien había visto demasiados casos de jóvenes que desaparecían por voluntad propia. Mire, señor Herrera, le explicó el comandante mientras llenaba los formularios oficiales, en el 90% de estos casos la persona aparece en dos o tres días.
Los jóvenes a veces se van con amigos, tienen problemas sentimentales o simplemente necesitan tiempo para pensar. Su hijo tiene 26 años, es mayor de edad y no hay indicios de violencia. Don Raúl apretó los puños. pero mantuvo la compostura. Comandante, usted no conoce a mi hijo. Él no es de esos. Algo le pasó. La investigación oficial comenzó de manera rutinaria. Los agentes visitaron los hospitales de Shalapa, Coatepec y localidades cercanas buscando reportes de accidentes automovilísticos o personas lesionadas sin identificar.
Revisaron los registros de detenciones y arrestos de las últimas 48 horas. Interrogaron a los colegas de trabajo de nacimiento y a sus amigos cercanos, buscando cualquier indicio de problemas personales, deudas o conflictos que pudieran explicar su desaparición. Beatriz, mientras tanto, se había convertido en una sombra de sí misma. La joven de 24 años, que trabajaba como secretaria en una clínica dental, había dejado de comer y apenas dormía dos horas por noche. Sus padres, don Miguel y doña Rosa, habían venido desde Orizaba para acompañarla durante la crisis.
“Mi hija, tienes que ser fuerte”, le repetía su madre mientras le preparaba tes manzanilla que Beatriz apenas tocaba. “Nacimento va a volver. Los hombres a veces necesitan espacio, pero Beatriz conocía a su novio mejor que nadie. Durante tres años de relación había aprendido a leer sus gestos, sus silencios, sus rutinas. Nacimiento era un hombre de costumbres fijas. Desayunaba exactamente a las 7 de la mañana. leía el periódico completo antes de ir al trabajo y nunca se acostaba sin antes revisar que todas las puertas y ventanas estuvieran cerradas.
No era el tipo de persona que tomaría decisiones impulsivas o desaparecería sin explicación. El tercer día de búsqueda trajo la primera pista concreta. Rodolfo Castañeda, el dueño del taller mecánico Los Pinos, se presentó voluntariamente en las oficinas policiales para confirmar que Ncimento había estado en su establecimiento la noche de la desaparición. Llegó como a las 10:15, recogió una herramienta que había olvidado y se fue. Inmediatamente, declaró ante el comandante Maldonado. Parecía normal, tal vez un poco apurado porque llegaba tarde a casa, pero nada fuera de lo común.
Esta información cambió el enfoque de la investigación. Si nacimiento había salido del taller cerca de las 10 de la noche. Debería haber llegado a casa antes de las 10:30. Considerando que el trayecto no tomaba más de 25 minutos, el hecho de que nunca hubiera llegado sugería que algo había ocurrido durante ese corto recorrido por la carretera entre Coatepec y Shalapa. Los agentes decidieron realizar una búsqueda exhaustiva del trayecto. La carretera serpenteaba a través de terreno montañoso con varios puntos donde un vehículo podría salirse del camino y quedar oculto entre la vegetación.
Organizaron equipos de búsqueda que incluyeron a bomberos voluntarios, elementos de protección civil y familiares de nacimiento. Durante cinco días consecutivos. Rastrearon cada barranca, cada curva pronunciada, cada área donde un accidente automovilístico podría haber pasado desapercibido. La búsqueda no produjo resultados. No encontraron restos del churu blanco. No había marcas de frenado en el asfalto. No existían testimonios de conductores que hubieran presenciado un accidente esa noche. Era como si Nascimento y su vehículo hubieran sido absorbidos por la oscuridad de la montaña veracruzana.
Mientras las autoridades continuaban su investigación formal, la familia Herrera decidió tomar el asunto en sus propias manos. Don Raúl, apoyado por sus otros dos hijos, Ricardo y Alejandro, organizó una red informal de búsqueda que incluía a vecinos, compañeros de trabajo y miembros de la parroquia local. Imprimieron miles de volantes con la fotografía de nacimiento y los datos de su vehículo, distribuyéndolos en mercados, escuelas, terminales de autobuses y cualquier lugar donde la gente pudiera verlos. La respuesta de la comunidad chalapeña fue abrumadoramente solidaria.
Comerciantes locales donaron dinero para financiar la impresión de más volantes. Conductores de taxi y autobuses urbanos llevaban fotografías de nacimiento en sus vehículos, preguntando a los pasajeros si habían visto algo. La historia comenzó a circular por las estaciones de radio locales y pronto se convirtió en uno de los temas de conversación más frecuentes en los mercados y plazas de la ciudad. Doña María Elena Vázquez, una comerciante del mercado Jauregui, que había conocido a nacimiento desde niño, se convirtió en una de las voces más activas en la búsqueda.
Ese muchacho era un pan de Dios. repetía a cualquiera que quisiera escuchar. Siempre respetuoso, siempre trabajador. Aquí hay algo muy raro. Su puesto de frutas y verduras se convirtió en un centro informal de información donde la gente llegaba a preguntar sobre avances en la investigación y a compartir teorías sobre lo que podría haber ocurrido. Las teorías abundaban y variaban desde las más racionales hasta las más extravagantes. Algunos sugerían que nacimiento había sido víctima de un asalto que había salido mal.
Otros pensaban que podría haber tenido problemas con prestamistas o personas involucradas en actividades ilícitas. Había quienes creían que había sufrido un accidente en un lugar tan remoto que aún no había sido descubierto. Y no faltaban los que susurraban sobre posibles problemas sentimentales que habrían motivado una huida voluntaria. Beatriz rechazaba categóricamente cualquier sugerencia de que nacimiento hubiera desaparecido por voluntad propia. La gente que no lo conocía bien puede pensar eso, explicaba a quienes la interrogaban sobre la posibilidad.
Pero nosotros estábamos planeando nuestra boda. Había comprado el anillo de compromiso la semana anterior. ¿Por qué alguien que está enamorado y planificando su futuro simplemente se iría sin decir nada? El anillo de compromiso se convirtió en una evidencia crucial para la familia. Nacimento lo había comprado en una joyería del centro histórico de Shalapa, pagando 500 pesos en abonos durante dos meses. El joyero, don Armando Téz confirmó que el joven había estado muy emocionado con la compra y había mencionado sus planes de proponerle matrimonio a Beatriz durante las fiestas de septiembre.
Estaba superilusionado, recordaba don Armando. Me platicaba de sus planes, de la casa que querían comprar, de los niños que querían tener. No es el comportamiento de alguien que está planeando desaparecer. A medida que pasaban las semanas sin noticias, la dinámica familiar comenzó a cambiar. Don Raúl se había tomado licencia temporal de su trabajo como supervisor en una fábrica textil para dedicarse completamente a la búsqueda de su hijo. Doña Esperanza alternaba entre episodios de esperanza fervorosa y depresión profunda, refugiándose en la oración y en las visitas constantes a la Iglesia del Sagrado Corazón.
Ricardo y Alejandro continuaban trabajando, pero dedicaban todas sus horas libres a seguir pistas, contactar a medios de comunicación y mantener viva la búsqueda. La presión económica comenzó a afectar a ambas familias. Los gastos relacionados con la búsqueda, gasolina para los recorridos, impresión de volantes, llamadas telefónicas de larga distancia, hospitales y morgues de otros estados se acumulaban rápidamente. Los padres de Beatriz habían tenido que regresar a Orizaba para mantener sus empleos, dejando a su hija en Shalapa con el apoyo de los Herrera, quienes la habían acogido como una hija más.
El comandante Maldonado, inicialmente escéptico, comenzó a tomar el caso más en serio. A medida que se descartaban las explicaciones más simples. La investigación se había expandido más allá de Shalapa, incluyendo consultas con autoridades de Puebla, Oaxaca y el Distrito Federal, buscando cualquier rastro de nacimiento o su vehículo. Los hospitales psiquiátricos fueron contactados, considerando la posibilidad de que hubiera sufrido algún tipo de crisis mental, pero no había registros de ingresos que coincidieran con su descripción. Una de las líneas de investigación más prometedoras surgió cuando varios testigos reportaron haber visto un Tsuru blanco con características similares al de nacimiento en la carretera hacia Puebla durante los días posteriores a su desaparición.
Sin embargo, cuando los agentes lograron identificar y localizar estos vehículos, todos resultaron pertenecer a otras personas sin ninguna conexión con el caso. La frustración crecía tanto en las autoridades como en la familia. El expediente del caso había crecido considerablemente, pero las pistas reales eran escasas y contradictorias. El comandante Maldonado había asignado a dos de sus mejores investigadores al caso, pero después de dos meses de trabajo intensivo no tenían más evidencia concreta que el testimonio de Rodolfo Castañeda y la confirmación de que nacimiento había desaparecido en algún punto entre el taller mecánico y su casa.
En octubre de 1997, la historia de Nento Herrera había trascendido los límites de Shalapa y había llegado a los medios de comunicación estatales y nacionales. El programa de televisión México, casos de la vida real, expresó interés en cubrir la historia y varios periodistas de la Ciudad de México viajaron a Veracruz para entrevistar a la familia y documentar los esfuerzos de búsqueda. La atención mediática trajo tanto beneficios como complicaciones. Por un lado, la exposición nacional aumentó las posibilidades de que alguien reconociera a nacimiento si estaba vivo en otra parte del país.
Por otro lado, la familia comenzó a recibir llamadas de personas que aseguraban haber visto a nacimiento en lugares tan diversos como Tijuana, Cancún y Guadalajara, lo que obligaba a verificar cada reporte y generaba falsas esperanzas que terminaban en decepción. Beatriz se había convertido en la imagen pública de la búsqueda. Su dolor evidente y su determinación inquebrantable la convirtieron en una figura que generaba simpatía y apoyo en toda la región. Las cámaras de televisión la seguían durante las marchas organizadas para mantener vivo el caso, y su rostro apareció en portadas de periódicos locales junto con titulares que preguntaban dónde está Nascimento Herrera.
Durante este periodo, Beatriz tomó una decisión que sorprendió a muchos. Regresó a trabajar en la clínica dental. No puedo quedarme en casa. esperando explicó a quienes cuestionaban su decisión. Nacimento querría que siguiera adelante con mi vida mientras lo busco. Además, necesito el dinero para continuar con los gastos de la búsqueda. Su jefe, el Dr. Ramírez, había sido comprensivo y le había permitido tomarse el tiempo necesario para las actividades relacionadas con la investigación. El trabajo le proporcionó a Beatriz una rutina que la ayudó a mantener la cordura, pero también la expuso a las preguntas y comentarios constantes de los pacientes de la clínica.
Algunas personas mostraban genuine compasión y ofrecían apoyo, mientras que otras hacían preguntas indiscretas o sugerían teorías que la lastimaban profundamente. ¿Ya consideraste que tal vez se fue con otra mujer? le preguntó una paciente de manera directa durante una consulta. Beatriz mantuvo la profesionalidad, pero esa noche lloró durante horas en brazos de doña Esperanza. A medida que 1997 llegaba a su fin, la investigación oficial había llegado a un punto muerto. El comandante Maldonado había agotado todas las líneas de investigación convencionales y había comenzado a considerar posibilidades más extremas.
Una de ellas era la participación de grupos delictivos organizados, aunque no había evidencia de que nacimiento hubiera tenido contacto con personas involucradas en actividades ilícitas. La hipótesis del crimen organizado surgió cuando los investigadores comenzaron a analizar otros casos de desapariciones en la región durante el mismo periodo. Descubrieron que tres personas más habían desaparecido en circunstancias. similares en un radio de 100 km alrededor de Shalapa durante los 6 meses anteriores y posteriores a la desaparición de nacimiento. Aunque las víctimas tenían perfiles diferentes, un comerciante de Coatepec, una maestra de Córdoba y un estudiante universitario de Orizaba.
Todas habían desaparecido mientras viajaban por carreteras secundarias durante horas nocturnas. Esta conexión potencial cambió el enfoque de la investigación de un caso individual a la posibilidad de que existiera un patrón criminal más amplio. Se estableció un grupo de trabajo especial que incluía a investigadores de diferentes jurisdicciones y se comenzó a compartir información de manera más sistemática entre las diversas agencias policiales de la región. Sin embargo, después de varios meses de análisis conjunto, no se pudo establecer una conexión definitiva entre los casos.
Las víctimas no se conocían entre sí, no tenían puntos de contacto comunes y las circunstancias específicas de cada desaparición presentaban diferencias significativas. La hipótesis del patrón criminal fue eventualmente descartada, dejando a la familia Herrera nuevamente sin respuestas concretas. El primer aniversario de la desaparición de nacimiento, el 15 de agosto de 1998 fue marcado por una misa especial en la parroquia del Sagrado Corazón y una marcha silenciosa desde el centro de Shalapa hasta el taller mecánico Los Pinos.
Más de 300 personas participaron en los eventos, incluyendo a familias de otras personas desaparecidas que habían encontrado en la historia de nacimiento un símbolo de su propia lucha por obtener respuestas. Beatriz, vestida de negro y cargando un ramo de margaritas blancas, las flores favoritas de nacimiento, caminó en silencio durante toda la marcha. Su resistencia física y emocional había impresionado a quienes la conocían. A pesar del dolor evidente, había logrado mantener su trabajo, continuar con las actividades de búsqueda y convertirse en una vocera efectiva para otras familias en situaciones similares.
Durante la misa, el padre González, quien había conocido a nacimiento desde su infancia, pronunció unas palabras que resonaron profundamente en todos los presentes. Cuando alguien desaparece de nuestras vidas sin explicación, no solo perdemos a esa persona, sino que también perdemos la tranquilidad de saber qué ocurrió. La incertidumbre es una forma especial de sufrimiento que requiere una fuerza especial para ser soportada. Beatriz y la familia Herrera nos han mostrado esa fuerza durante todo este año. Después de la ceremonia, los medios de comunicación entrevistaron a Beatriz y a don Raúl sobre sus planes para el futuro de la búsqueda.
No vamos a parar nunca, declaró don Raúl con voz firme. Mientras tengamos fuerzas seguiremos buscando a nuestro hijo. Alguien en algún lugar sabe qué le pasó a nacimiento y algún día esa persona va a hablar. Los años que siguieron trajeron una rutina dolorosa pero estable. La búsqueda activa continuó, aunque con menor intensidad que en los primeros meses. La familia había aprendido a vivir con la incertidumbre, desarrollando estrategias para manejar las fechas especiales, las falsas alarmas y la presión social constante.
Beatriz nunca se casó, manteniendo viva la esperanza de que Nacimiento regresaría algún día, aunque también reconociendo la necesidad de construir una vida independiente. En 2005, 8 años después de la desaparición, Beatriz tomó la difícil decisión de mudarse a la Ciudad de México para estudiar una maestría en administración. La decisión fue controversial dentro de la familia Herrera con algunos miembros interpretándola como una forma de abandono, mientras que otros la apoyaron como una necesidad de crecimiento personal. “No me voy porque haya perdido la esperanza”, explicó en una emotiva reunión familiar.
Me voy porque necesito construir una vida que tenga significado, independientemente de si nacimiento regresa o no. La mudanza de Beatriz marcó el final de una era en la búsqueda. Aunque la familia Herrera continuó sus esfuerzos, la pérdida de su vocera más visible y emocionalmente comprometida significó una reducción considerable en la atención mediática y el apoyo público. Don Raúl, ahora cercano a los 70 años, había transferido gradualmente la responsabilidad de coordinar la búsqueda a sus hijos Ricardo y Alejandro, quienes tenían sus propias familias y responsabilidades profesionales.
Durante este periodo de menor actividad, el caso de nacimiento Herrera se convirtió en una leyenda local en Shalapa. Los conductores de taxi contaban la historia a los turistas. Los estudiantes universitarios la incluían en trabajos sobre casos criminales sin resolver y las familias la usaban como ejemplo de los peligros de viajar solo por carreteras secundarias durante la noche. El taller mecánico Los Pinos se había convertido en una parada obligada para quienes seguían la historia y Rodolfo Castañeda había contado su testimonio cientos de veces a periodistas curiosos y investigadores aficionados.
En 2010, el caso experimentó un resurgimiento cuando un periodista de investigación de la Ciudad de México, Carlos Mendoza, decidió realizar un documental sobre desapariciones sin resolver en México. Mendoza había escuchado la historia de nacimiento durante una visita a Veracruz y quedó fascinado por la dedicación de la familia y la falta de pistas concretas después de más de una década de búsqueda. El documental titulado Carreteras de la incertidumbre presentó el caso de nacimiento junto con otros 10 casos similares de todo el país.
producción incluyó entrevistas extensas con la familia Herrera, reconstructions dramáticas de la noche de la desaparición y análisis de expertos en criminología sobre los patrones de desapariciones en México. Cuando fue transmitido por Canal 11, el programa generó una respuesta significativa del público, incluyendo varias llamadas de personas que aseguraban tener información nueva sobre el caso. Una de estas llamadas resultó particularmente intrigante. Una mujer que se identificó como Guadalupe llamó desde Puebla para reportar que había visto un suru blanco abandonado en un terreno valdío cerca de la autopista México Veracruz a finales de 1997.
Según su testimonio, el vehículo había estado ahí durante varios meses antes de ser removido por autoridades municipales. Guadalupe proporcionó detalles específicos sobre la ubicación y características del automóvil que coincidían con el vehículo de nacimiento. La información fue inmediatamente transmitida a las autoridades que organizaron una búsqueda en el área mencionada por Guadalupe. Sin embargo, después de 13 años no quedaba rastro del vehículo ni registros oficiales de su remoción. Los archivos municipales de la época estaban incompletos y ninguno de los empleados actuales recordaba el incidente.
Una vez más, una pista prometedora se desvaneció. sin proporcionar respuestas concretas. El documental también atrajo la atención de investigadores privados y organizaciones no gubernamentales especializadas en casos de personas desaparecidas. Una de estas organizaciones, familias unidas por la verdad, contactó a la familia Herrera para ofrecer apoyo técnico y legal en la continuación de la búsqueda. A través de esta organización, el caso de nacimiento fue incluido en una base de datos nacional de personas desaparecidas que utilizaba tecnología avanzada para cruzar información y identificar patrones potenciales.
Para 2015, el caso había sido revisado por múltiples investigadores, tanto oficiales como privados, sin que se produjeran avances significativos. La tecnología había evolucionado considerablemente desde 1997 y las nuevas herramientas de análisis forense y comunicación ofrecían posibilidades que no existían durante los primeros años de la investigación. Sin embargo, la falta de evidencia física y la antigüedad del caso limitaban la efectividad de estas nuevas tecnologías. Durante este periodo, Beatriz había terminado su maestría y trabajaba como administradora en una empresa de consultoría en la Ciudad de México.
Había mantenido contacto regular con la familia Herrera y seguía de cerca cualquier desarrollo en el caso, pero había logrado construir una vida independiente y relativamente estable. A los 42 años había desarrollado una perspectiva más madura sobre la desaparición de nacimiento, sin abandonar completamente la esperanza, pero tampoco permitiendo que la incertidumbre dominara completamente su existencia. En 2016, Beatriz conoció a Fernando, un psicólogo clínico que trabajaba con familias de personas desaparecidas. La relación se desarrolló lentamente con Fernando, mostrando una comprensión excepcional de la compleja situación emocional de Beatriz.
No intentaba reemplazar a nacimiento ni minimizar la importancia de esa relación, sino que ofrecía compañía y apoyo sin presionar para obtener compromisos definitivos. La relación entre Beatriz y Fernando generó reacciones mixtas entre las personas que habían seguido su historia durante años. Algunos la criticaron por traicionar la memoria de nacimiento, mientras que otros la apoyaron en su derecho a buscar felicidad. Después de casi dos décadas de espera, la propia Beatriz luchaba con sentimientos contradictorios, alternando entre la culpa por seguir adelante y el reconocimiento de que tenía derecho a vivir plenamente, independientemente del destino de su primer novio.
Don Raúl, ahora de 75 años y con la salud deteriorada por años de estrés y preocupación, había desarrollado una perspectiva filosófica sobre la desaparición de su hijo. He llegado a la conclusión de que tal vez nunca sepamos qué pasó”, confesó durante una entrevista en 2016. Pero eso no significa que hayamos perdido a nacimiento. Él sigue vivo en nuestros recuerdos, en las cosas buenas que hizo durante su vida y en la forma en que su historia ha ayudado a otras familias que pasan por lo mismo.
Doña Esperanza había fallecido en 2014, llevándose consigo la esperanza inquebrantable de que su hijo regresaría algún día. Su muerte marcó un punto de inflexión emocional para toda la familia, particularmente para don Raúl, quien sintió que había perdido tanto a su esposa como al sueño de una resolución completa del caso. El funeral de doña Esperanza fue multitudinario con cientos de personas que habían sido tocadas por la historia de la familia Herrera llegando para presentar sus respetos. En 2017, 20 años exactos después de la desaparición, la familia organizó una ceremonia conmemorativa más íntima que las marchas masivas de años anteriores.
La ceremonia se llevó a cabo en el cementerio donde estaba enterrada doña Esperanza y incluyó la colocación de una placa recordatoria con una inscripción que decía: Nascimento Herrera, 1971. Su memoria vive en nuestros corazones y su búsqueda continúa. Beatriz viajó desde la Ciudad de México para participar en la ceremonia acompañada por Fernando. Era la primera vez que ella traía a otra persona a un evento relacionado con nacimiento y la presencia de Fernando fue interpretada por muchos como una declaración simbólica de que había encontrado una forma de honrar el pasado mientras construía un futuro.
Durante la ceremonia, Beatriz pronunció unas palabras que reflejaban la evolución de su perspectiva a lo largo de dos décadas. Nacimiento me enseñó lo que significa amar completamente a otra persona. Su desaparición me enseñó lo que significa la fortaleza en medio del dolor. Los 20 años que han pasado me han enseñado que es posible honrar a alguien que amamos mientras seguimos viviendo nuestras propias vidas. No sé si algún día sabremos qué le pasó, pero sé que él querría que todos fuéramos felices.
El discurso de Beatriz fue emotivo y pareció marcar el final de una etapa en la historia de la familia Herrera. Aunque la búsqueda técnicamente continuaría, la intensidad emocional que había caracterizado los primeros años había dado paso a una forma más tranquila de mantener viva la memoria de nacimiento sin permitir que la incertidumbre dominara completamente las vidas de quienes lo amaban. Sin embargo, el destino tenía preparada una sorpresa que nadie había anticipado. Tres meses después de la ceremonia conmemorativa, el 15 de noviembre de 2017, el comandante Gilberto Maldonado, ahora retirado, pero aún involucrado como consultor en casos fríos, recibió una llamada que cambiaría completamente el rumbo de la investigación.
La llamada provenía de la oficina del procurador bancario de Banamex en la ciudad de México. Un empleado del departamento de fraudes había detectado actividad sospechosa en una cuenta bancaria que había permanecido inactiva durante 20 años. La cuenta pertenecía a Nascimento Herrera y alguien había intentado utilizar su tarjeta de débito en un cajero automático en Guadalajara. La noticia llegó a la familia como un rayo en medio de la tranquilidad que habían logrado construir después de dos décadas de incertidumbre.
Don Raúl, a pesar de su edad y problemas de salud, sintió una energía renovada al escuchar que podría existir evidencia concreta sobre el paradero de su hijo. “Siempre supe que algún día tendríamos noticias”, repetía mientras los investigadores le explicaban los detalles del hallazgo. La tarjeta de débito había sido utilizada el 12 de noviembre de 2017, exactamente 3 días antes de que el banco detectara la irregularidad. El cajero automático estaba ubicado en una plaza comercial en la zona oeste de Guadalajara y las cámaras de seguridad habían grabado a la persona que intentó realizar la transacción.
Sin embargo, la calidad de la imagen era insuficiente para hacer una identificación definitiva, mostrando solo a una figura masculina de estatura media, con gorra y ropa oscura, que mantenía el rostro parcialmente oculto. Los investigadores descubrieron que quien había intentado usar la tarjeta conocía el número de identificación personal, PIN, ya que había logrado acceder al menú principal del cajero antes de que la transacción fuera rechazada por falta de fondos en la cuenta. Esta información sugería que la persona tenía conocimiento íntimo de los datos bancarios de nacimiento o que era el propio nacimiento quien había intentado acceder a su cuenta después de 20 años de ausencia.
El banco proporcionó registros detallados de la cuenta, revelando que no había tenido actividad desde agosto de 1997, aproximadamente una semana antes de la desaparición de nacimiento. El saldo había permanecido en 847 pesos durante toda la década anterior, acumulando intereses mínimos que elevaron el total a poco más de 1200 pesos en 2017. no había sido cancelada automáticamente debido a procedimientos bancarios de la época que permitían que cuentas inactivas permanecieran abiertas indefinidamente si mantenían un saldo mínimo. La familia Herrera recibió la noticia con emociones contradictorias.
Por un lado, existía la posibilidad esperanzadora de que Ncimento estuviera vivo y hubiera intentado acceder a sus recursos financieros después de 20 años. Por otro lado, la transacción fallida sugería que quien había intentado usar la tarjeta no era consciente del estado de la cuenta, lo que podría indicar que la tarjeta había sido encontrada o robada por alguien más. Beatriz viajó inmediatamente a Guadalajara junto con Ricardo y Alejandro Herrera para participar en la investigación. Su presencia en la ciudad fue documentada por medios locales que habían seguido la historia durante años y ahora tenían material fresco para reportar.
Las cámaras de televisión la siguieron mientras visitaba el cajero automático donde había ocurrido el incidente estudiando las imágenes de seguridad junto con los investigadores. No puedo decir con certeza si es él, admitió Beatriz después de revisar las grabaciones múltiples veces. La calidad de la imagen y el ángulo hacen imposible ver las características faciales claramente, pero la estatura y la forma de caminar hay algo familiar. Podría ser él o podría ser mi desesperación por encontrar cualquier señal después de tanto tiempo.
Los investigadores expandieron su búsqueda para incluir otros cajeros automáticos en un radio de 10 km alrededor del lugar del incidente, revisando grabaciones de seguridad de los días anteriores y posteriores para detectar cualquier otra aparición de la misma persona. También contactaron hoteles, restaurantes y estaciones de transporte público en la zona, distribuyendo la imagen del cajero automático y preguntando si alguien había visto a la persona en cuestión. La investigación reveló que la misma figura había sido captada por cámaras de seguridad en otros dos lugares durante la misma semana, una vez comprando comida en un puesto callejero cerca del cajero automático y otra vez caminando por una estación del sistema de transporte público.
Las imágenes adicionales no proporcionaron mayor claridad sobre la identidad de la persona, pero confirmaron que había permanecido en la zona durante varios días, sugiriendo que no era simplemente un transe casual que había encontrado la tarjeta por casualidad. El análisis de patrones de movimiento reveló que la persona parecía familiar con el área, moviéndose con confianza y conocimiento de las rutas locales. Esto llevó a los investigadores a considerar la posibilidad de que fuera alguien que había vivido en Guadalajara durante un periodo extendido en lugar de un visitante temporal.
Una pista adicional surgió cuando los investigadores descubrieron que la tarjeta bancaria no solo contenía los datos de la cuenta de débito, sino también información de una tarjeta de crédito asociada que Nacento había solicitado, pero nunca había recibido debido a su desaparición. El intento de usar la tarjeta había activado alertas en ambos sistemas, proporcionando un rastro de datos más completo de lo que inicialmente se había detectado. El Departamento de Fraudes del Banco reveló que habían existido otros dos intentos de acceder a la cuenta durante los años anteriores, uno en 2009 en un cajero de Tijuana y otro en 2014 en Puebla.
Estos intentos previos habían sido bloqueados automáticamente por el sistema de seguridad, pero no habían generado alertas para investigación porque los montos de las cuentas eran considerados demasiado bajos para justificar una investigación completa. Esta nueva información cambió completamente la perspectiva del caso. Si los tres intentos habían sido realizados por la misma persona, sugería un patrón de comportamiento que se extendía durante casi una década. La persona había estado intentando acceder periódicamente a los recursos bancarios de nacimiento, posiblemente en momentos de necesidad económica, pero sin éxito debido a las medidas de seguridad bancarias.
Los investigadores solicitaron grabaciones de seguridad de los incidentes anteriores, pero descubrieron que las imágenes de 2009 ya habían sido eliminadas de los archivos bancarios y las de 2014 mostraban solo una figura muy borrosa que no proporcionaba información útil para identificación. Sin embargo, los datos de ubicación confirmaron que los tres intentos habían ocurrido en diferentes ciudades, sugiriendo que la persona se movía frecuentemente o que los incidentes no estaban relacionados. La familia decidió establecer una recompensa de 50,000 pesos para cualquier persona que proporcionara información que llevara a la identificación de quién había intentado usar la tarjeta.
El anuncio de la recompensa generó docenas de llamadas de personas que aseguraban haber visto a la figura del cajero automático o que tenían información sobre el paradero de nacimiento. Pero ninguna de estas pistas resultó verificable o útil. Durante este periodo de investigación intensificada, la salud de don Raúl se deterioró considerablemente. El estrés renovado de tener esperanza después de años de resignación había sido más difícil de manejar que la incertidumbre constante a la que se había acostumbrado. Los médicos le recomendaron limitar su participación en las actividades de búsqueda, pero él se negaba a delegar completamente la responsabilidad en sus otros hijos.
Este podría ser nuestro último chance de encontrar a nacimiento”, insistía don Raúl durante las reuniones familiares donde se discutía su salud. Si él está vivo y está tratando de acceder a su dinero después de 20 años, significa que podría estar en problemas o que finalmente está listo para regresar a casa. No puedo quedarme sentado mientras esto se desarrolla. La determinación de don Raúl inspiró a otros miembros de la familia a intensificar sus propios esfuerzos. Ricardo había tomado vacaciones de su trabajo para dedicarse completamente a la investigación y Alejandro había contratado a un investigador privado para complementar el trabajo de las autoridades oficiales.
La búsqueda había recobrado la intensidad y urgencia de los primeros meses después de la desaparición. El investigador privado, un expolicía llamado Miguel Ángel Soto, trajo una perspectiva fresca al caso. Su análisis de la evidencia sugería que los múltiples intentos de usar la tarjeta bancaria podrían estar relacionados entre sí y que era posible que diferentes personas hubieran encontrado o adquirido la tarjeta en diferentes momentos. Esta teoría implicaba que nacimiento había perdido o había sido despojado de su cartera en algún punto y que la tarjeta había circulado a través de varios individuos durante los años posteriores.
Sin embargo, Soto también consideraba la posibilidad de que Nacimiento estuviera vivo, pero viviendo en condiciones precarias, posiblemente con problemas de salud mental o física que lo habían mantenido alejado de su familia durante dos décadas. Los intentos esporádicos de acceder a su cuenta bancaria podrían representar momentos de claridad o necesidad extrema en los que recordaba tener recursos disponibles. “He visto casos similares”, explicó Soto a la familia durante una de sus reuniones. Personas que sufren traumas severos a veces desarrollan identidades completamente nuevas y olvidan aspectos importantes de sus vidas anteriores.
Es posible que Nacento haya estado viviendo como otra persona durante todos estos años y que solo ocasionalmente tenga recuerdos fragmentados de su vida anterior. Esta teoría ofrecía tanto esperanza como dolor para la familia. La posibilidad de que Ncimento estuviera vivo era emocionante, pero la idea de que hubiera estado sufriendo durante 20 años sin recordar completamente a su familia era desgarradora. Beatriz, en particular, luchaba con la imagen de nacimiento, viviendo como un extraño para sí mismo, posiblemente solo, confundido y sin acceso a la ayuda médica que podría necesitar.
A medida que 2017 llegaba a su fin, la investigación renovada había generado más preguntas que respuestas. Los investigadores habían seguido docenas de pistas relacionadas con el incidente del cajero automático, pero ninguna había llevado a una identificación definitiva de la persona en las grabaciones de seguridad. La recompensa había atraído la atención del público, pero también había resultado en una avalancha de información falsa o irrelevante que había consumido tiempo y recursos considerables. En enero de 2018 ocurrió un desarrollo inesperado que cambiaría nuevamente la dirección de la investigación.
Una mujer llamada Patricia Morales contactó a las autoridades desde Guadalajara, reportando que había reconocido a la persona de las grabaciones del cajero automático. Según Patricia, la figura en las imágenes se parecía notablemente a un hombre que había vivido en su vecindario durante varios meses en 2017, conocido localmente como el ingeniero debido a su aparente educación y conocimiento técnico. Patricia explicó que el ingeniero había aparecido en el vecindario en julio de 2017 alquilando un cuarto en una casa de huéspedes administrada por su hermana.
Parecía tener alrededor de 40 años. Era callado, pero educado, y ocasionalmente ayudaba a los vecinos con reparaciones eléctricas o mecánicas. Nunca había hablado de su pasado o familia y pagaba su renta semanalmente en efectivo sin proporcionar documentos de identificación formales. Lo que más me llamaba la atención, recordaba Patricia, era que a veces parecía confundido sobre cosas básicas, como qué día era o dónde estaba exactamente, pero otras veces mostraba conocimiento muy específico sobre temas técnicos. era como si tuviera dos personalidades diferentes o como si estuviera recordando y olvidando cosas constantemente.
Según el testimonio de Patricia, el ingeniero había desaparecido repentinamente a mediados de noviembre de 2017, dejando sus pocas pertenencias en el cuarto y sin pagar la última semana de renta. La fecha coincidía exactamente con el periodo cuando había ocurrido el incidente del cajero automático, sugiriendo una posible conexión entre los eventos. Los investigadores se dirigieron inmediatamente al vecindario descrito por Patricia para examinar el cuarto donde supuestamente había vivido el ingeniero y entrevistar a otros residentes que podrían haber tenido contacto con él.
La casa de huéspedes era un edificio deteriorado en una zona de clase trabajadora de Guadalajara, el tipo de lugar donde las personas podían vivir anónimamente sin hacer muchas preguntas. La hermana de Patricia, Dolores Morales, administraba la casa de huéspedes y confirmó los detalles del testimonio. Era un hombre muy tranquilo, recordaba dolores. Nunca causó problemas, siempre pagaba a tiempo y ayudaba con las reparaciones cuando se lo pedíamos. Pero había algo raro en él. A veces me hablaba como si no supiera dónde estaba, preguntándome qué ciudad era esta o qué año estábamos.
El cuarto que había ocupado el ingeniero, había sido limpiado y reutilizado desde su partida, pero Dolores había guardado las pocas pertenencias que había dejado. Algunas ropas, una caja de herramientas básicas y un cuaderno con anotaciones técnicas y dibujos mecánicos. Los investigadores examinaron cuidadosamente estos objetos, buscando cualquier pista que pudiera confirmar la identidad del huésped misterioso. El cuaderno resultó particularmente intrigante. Contenía diagramas detallados de sistemas de refrigeración, notas sobre reparaciones específicas y listas de herramientas especializadas. Los dibujos mostraban un nivel de conocimiento técnico consistente con la profesión de nacimiento como técnico en refrigeración, pero estaban escritos
con una caligrafía que parecía diferente de las muestras de escritura de nacimiento que la familia había proporcionado a los investigadores. Sin embargo, los expertos en caligrafía explicaron que la escritura de una persona podía cambiar significativamente debido a lesiones, enfermedades neurológicas o trauma psicológico. El hecho de que el contenido del cuaderno mostrara conocimiento específico de refrigeración era considerado más significativo que las diferencias en la forma de las letras. Los investigadores también entrevistaron a otros vecinos que habían tenido contacto con el ingeniero.
La mayoría lo recordaba como una persona servicial pero reservada, que parecía tener conocimiento técnico considerable, pero que a veces mostraba confusión sobre aspectos básicos de la vida cotidiana. Varios mencionaron que ocasionalmente murmuraban hombres que no correspondían a personas conocidas en el vecindario, incluyendo lo que podría haber sido Beatriz o Raúl. Una vecina, la señora Carmen Estrada, proporcionó un detalle particularmente conmovedor. Recordaba que una tarde había encontrado a el ingeniero sentado en el patio trasero de la casa de huéspedes llorando mientras sostenía una fotografía pequeña y gastada.
Cuando ella se acercó para ofrecerle ayuda, él rápidamente guardó la fotografía y se excusó, pero no antes de que ella pudiera ver que parecía ser la imagen de una mujer joven. Le pregunté si era su esposa o novia”, recordaba la señora Estrada, pero él solo me miró con una expresión muy triste y me dijo, “No sé, creo que la conocía, pero no puedo recordar cómo.” Eso me partió el corazón. Era obvio que estaba sufriendo por algo que no podía recordar completamente.
Esta información emocionó profundamente a Beatriz, quien viajó nuevamente a Guadalajara para conocer personalmente a los vecinos que habían interactuado con el ingeniero. La descripción del hombre llorando mientras sostenía la fotografía de una mujer resonó con su corazón de una manera que no había experimentado durante los 20 años de búsqueda. Siento que es él, le confió Beatriz a Ricardo durante una de las noches que pasaron en Guadalajara buscando más información. No puedo explicarlo lógicamente, pero todos los detalles encajan.
El conocimiento técnico, la confusión, la fotografía de una mujer es como si hubiera estado luchando por recordarnos durante todos estos años. Los investigadores decidieron ampliar la búsqueda para incluir hospitales, clínicas y centros de salud mental en Guadalajara y ciudades cercanas, buscando registros de un hombre que correspondiera con la descripción de el ingeniero y que hubiera recibido tratamiento por problemas de memoria o trauma. También contactaron organizaciones de asistencia social que trabajaban con personas sin hogar o con problemas de salud mental.
La búsqueda en las instituciones médicas reveló varios casos de hombres con características similares que habían recibido tratamiento durante los años recientes, pero ninguno que pudiera ser identificado definitivamente como nacimiento. Los registros médicos estaban protegidos por leyes de confidencialidad, lo que complicaba la investigación y requería órdenes judiciales específicas para acceder a información detallada. Una pista prometedora surgió cuando los investigadores descubrieron que un hombre con amnesia había sido tratado en un hospital público de Guadalajara en 2015. El paciente había sido encontrado desorientado en una estación de autobuses, sin documentación y sin recuerdos de su identidad o procedencia.
Había sido hospitalizado durante varias semanas mientras los médicos intentaban determinar la causa de su pérdida de memoria y establecer su identidad. Los registros hospitalarios describían al paciente como un hombre de aproximadamente 40 años, con conocimiento evidente de oficios técnicos, pero sin memoria de eventos personales recientes. Había respondido positivamente a preguntas sobre reparaciones mecánicas y sistemas eléctricos, pero no podía recordar su nombre, lugar de origen o familia. Después de varias semanas de tratamiento sin mejora significativa en su memoria, había sido dado de alta y referido a servicios sociales para asistencia con vivienda temporal.
Los servicios sociales habían perdido contacto con el paciente después de algunos meses, cuando había dejado de reportarse para sus citas de seguimiento. Los trabajadores sociales recordaban que había encontrado trabajo informal como reparador de electrodomésticos y que parecía estar adaptándose gradualmente a una nueva vida, aunque sin recuperar memorias de su pasado. La descripción del paciente amnésico coincidía en muchos aspectos con el ingeniero que había vivido en la casa de huéspedes de dolores morales. Los investigadores comenzaron a construir una cronología que conectaba los diversos avistamientos e incidentes, el paciente hospitalario de 2015, los intentos de usar la tarjeta bancaria en 2014 y 2009 y finalmente el ingeniero de 2017.
Si esta cronología era correcta, sugería que nacimiento había estado viviendo con amnesia severa durante la mayor parte de los 20 años desde su desaparición. Los intentos ocasionales de usar su tarjeta bancaria podrían representar momentos fragmentarios de memoria en los que recordaba tener recursos disponibles, pero sin poder recordar completamente su identidad o circunstancias. La teoría de la amnesia también explicaría por qué nunca había contactado a su familia durante todo este tiempo y por qué las búsquedas extensivas no habían logrado localizarlo.
que había estado viviendo con una identidad completamente diferente, usando nombres falsos o simplemente siendo conocido por apodos como el ingeniero, habría sido virtualmente imposible rastrearlo a través de métodos de investigación convencionales. Beatriz encontró esta posibilidad, tanto esperanzadora como desgarradora. La idea de que Ncimiento hubiera estado vivo durante todas estas décadas era emocionante, pero imaginar que había estado sufriendo de confusión y pérdida de memoria la llenaba de tristeza. Podría haber estado a solo unas horas de distancia durante todos estos años, reflexionaba sufriendo y confundido, sin saber que tenía una familia que lo estaba buscando desesperadamente.
Los médicos consultados por los investigadores explicaron que la amnesia severa causada por trauma físico o psicológico podía durar décadas, especialmente si la persona no recibía tratamiento especializado apropiado. También era posible que la memoria regresara gradualmente o en fragmentos, lo que podría explicar los intentos esporádicos de acceder a recursos de su vida anterior. Los investigadores decidieron organizar una búsqueda sistemática en todos los refugios, albergues y centros de asistencia social de Guadalajara y el área metropolitana. La teoría de que el ingeniero podría haber buscado ayuda después de dejar la casa de huéspedes había cobrado fuerza, especialmente considerando que había desaparecido sin sus pertenencias y sin pagar la renta.
El equipo de búsqueda incluía a Beatriz Ricardo, el investigador privado Miguel Ángel Soto y dos agentes de la policía local. Cada institución visitada recibía copias de las fotografías de nacimiento de 1997, junto con representaciones artísticas de cómo podría verse después de 20 años, creadas por un especialista forense en envejecimiento facial. En el albergue San José, ubicado en el centro de Guadalajara, la directora, hermana Guadalupe, estudió cuidadosamente las imágenes. “Hay algo familiar en esta cara”, murmuró mientras comparaba las fotografías.
“Tuvimos un hombre que se quedó aquí durante enero y parte de febrero. No dijo su nombre real, solo pedía que lo llamáramos Manuel. tenía esa misma mirada perdida que veo en estas fotos. Según la hermana Guadalupe, Manuel había llegado al albergue en condiciones físicas deterioradas, con ropas sucias y evidentes signos de haber estado viviendo en la calle. mostraba síntomas de desnutrición y confusión mental, pero también demostraba habilidades técnicas excepcionales cuando ayudaba con las reparaciones del edificio. Lo que más me impresionó de él, continuó la religiosa, era cómo a veces se quedaba viendo las fotografías familiares que otros residentes tenían.
Se sentaba frente a ellas por horas como si estuviera tratando de recordar algo muy importante. Una vez me preguntó si yo creía que las personas podían olvidar completamente a las personas que amaban. La hermana explicó que Manuel había estado particularmente afectado por una fotografía que uno de los residentes tenía de su boda. La imagen mostraba a una pareja joven sonriendo frente a una iglesia y Manuel la había observado con tanta intensidad que el propietario finalmente se la había regalado.
Se la guardó en el bolsillo de su camisa recordaba la hermana y la sacaba para mirarla. cuando pensaba que nadie lo estaba viendo. Beatriz sintió que su corazón se aceleraba al escuchar esta descripción. La obsesión de Manuel con fotografías de parejas y su aparente nostalgia por algo que no podía recordar completamente resonaban profundamente con ella. “¿Sabe hacia dónde se fue cuando dejó el albergue?”, preguntó con voz temblorosa. La hermana Guadalupe negó con la cabeza tristemente. Una mañana simplemente no estaba.
dejó una nota muy breve que decía, “Gracias por todo, tengo que seguir buscando.” No entendimos qué estaba buscando, pero era obvio que algo lo impulsaba a continuar moviéndose. Los investigadores pidieron revisar los registros del albergue y cualquier pertenencia que Manuel hubiera dejado atrás. La hermana los condujo a un pequeño armario donde guardaban objetos olvidados por exresidentes. Entre las pertenencias había una pequeña caja de cartón que contenía herramientas básicas de reparación y más significativamente la fotografía de boda que había llamado tanto la atención de Manuel.
Beatriz tomó la fotografía con manos temblorosas. La imagen mostraba a una pareja que no conocía, pero se dio cuenta de que la mujer tenía características físicas similares a las suyas: cabello oscuro, altura media, sonrisa amplia. Tal vez la fotografía le recordaba algo de mí”, susurró a Ricardo. Tal vez en alguna parte de su mente confusa sabía que había alguien esperándolo. El descubrimiento en el albergue San José proporcionó una cronología más clara de los movimientos recientes del hombre que creían podría ser nacimiento.
Desde noviembre de 2017, cuando había desaparecido de la casa de huéspedes hasta febrero de 2018, cuando había dejado el albergue, había estado viviendo en condiciones cada vez más precarias en Guadalajara. Los investigadores expandieron su búsqueda para incluir hospitales de emergencia, estaciones de policía y morgues, temiendo que la salud deteriorada de Manuel hubiera resultado en una crisis médica o algo peor. También contactaron organizaciones que trabajaban con personas sin hogar, distribuyendo las fotografías y descripciones actualizadas. Durante esta búsqueda intensificada surgió un patrón preocupante.
Varios trabajadores sociales y personal médico reportaron haber visto a un hombre que coincidía con la descripción durante los meses recientes, pero siempre en circunstancias que sugerían un deterioro progresivo de su condición física y mental. Un paramédico llamado Jorge Ramírez recordaba haber atendido a un hombre con características similares que había sido encontrado inconsciente en un parque público en marzo de 2018. Estaba severamente deshidratado y desnutrido, explicó Jorge. Cuando despertó en la ambulancia, parecía no saber dónde estaba o qué había pasado.
Seguía repitiendo un nombre, algo como Beatriz, pero no pudimos entender el contexto. El reporte del paramédico electrificó a todo el equipo de búsqueda. El hecho de que la persona hubiera estado repitiendo el nombre Beatriz mientras estaba en estado de crisis médica, sugería que incluso en su confusión mantenía algún nivel de conexión subconsciente con su vida anterior. Jorge explicó que había transportado al paciente al hospital general de Guadalajara, donde había sido estabilizado y mantenido para observación. Sin embargo, cuando los investigadores contactaron al hospital, descubrieron que el paciente había sido dado de alta después de 48 horas contra consejo médico y que no había proporcionado información de contacto para seguimiento.
Es un patrón común con personas que tienen problemas de salud mental o trauma, explicó la doctora Carmen Vázquez, quien había estado de turno cuando el paciente fue admitido. A menudo se sienten incómodos en entornos médicos institucionales y prefieren irse tan pronto como se sienten físicamente capaces, incluso si necesitan más tratamiento. La doctora Vázquez recordaba que el paciente había mostrado signos de amnesia severa y posible trauma cerebral, pero que había rechazado estudios adicionales como tomografías o evaluaciones neurológicas.
Parecía tener miedo de que los exámenes revelaran algo que no estaba listo para enfrentar, observó. Es común en personas que han estado viviendo con pérdida de memoria durante periodos prolongados. Los investigadores solicitaron copias de todos los registros médicos relacionados con la admisión de marzo, esperando encontrar pistas adicionales sobre la identidad o condición del paciente. Los registros confirmaron que el hombre había llegado en estado crítico de deshidratación, que había respondido al nombre Manuel. cuando se dirigían a él y que había mostrado habilidades motoras consistentes con trabajo técnico manual.
Más significativamente, los registros médicos incluían observaciones sobre cicatrices y marcas en el cuerpo del paciente que podrían ser útiles para identificación. El reporte mencionaba una cicatriz de aproximadamente 3 cm en la mano derecha, consistente con una lesión de herramienta cortante y una marca de nacimiento distintiva en el hombro izquierdo. Beatriz inmediatamente recordó que Ncimento tenía una cicatriz en la mano derecha de un accidente con una sierra eléctrica durante su adolescencia y que tenía una marca de nacimiento en forma de luna.
creciente en el hombro izquierdo. Estas características específicas habían sido incluidas en los reportes policiales originales de 1997, pero nunca habían sido útiles para identificación hasta ahora. Son demasiadas coincidencias”, declaró el investigador Miguel Ángel Soto después de revisar toda la información recopilada, el conocimiento técnico, los intentos de usar la tarjeta bancaria, la repetición del nombre Beatriz y ahora las características físicas específicas. Estoy convencido de que estamos siguiendo el rastro de Ncimento Herrera. Sin embargo, la pregunta crítica seguía siendo, ¿dónde estaba ahora?
El rastro se había enfriado después de marzo de 2018 y los esfuerzos por localizarlo en hospitales, albergues y organizaciones de asistencia social no habían producido resultados recientes. Los investigadores decidieron cambiar de estrategia enfocándose en lugares donde una persona con habilidades técnicas podría buscar trabajo informal. Visitaron talleres mecánicos, tiendas de reparación de electrodomésticos y mercados donde los técnicos independientes solían ofrecer sus servicios. En el mercado San Juan de Dios, uno de los más grandes de Guadalajara, varios comerciantes recordaban a un hombre que coincidía con la descripción y que había trabajado ocasionalmente reparando refrigeradores y aires acondicionados durante los meses recientes.
Lo conocían simplemente como el técnico y decían que aparecía de manera irregular. Trabajaba por unos días y luego desaparecía por semanas. Era muy bueno en su trabajo”, comentó don Esteban Morales, propietario de un puesto de carnes que había empleado los servicios del técnico misterioso. Pero había algo triste en él. trabajaba en silencio, nunca hablaba de su vida y a veces se quedaba viendo a las familias que pasaban como si estuviera recordando algo doloroso. Don Esteban explicó que la última vez que había visto a el técnico había sido a principios de abril de 2018, cuando había reparado un refrigerador comercial que otros técnicos no habían podido arreglar.
Le pagué bien por ese trabajo, recordaba don Esteban, pero cuando le pregunté si quería un trabajo más estable, me dijo que no podía quedarse en un lugar por mucho tiempo, porque estaba buscando el camino de regreso a casa. Esta frase resonó profundamente con Beatriz, la idea de que Nacimiento hubiera estado literalmente buscando el camino de regreso durante todos estos años, impedido por su amnesia, pero impulsado por algún instinto profundo de regresar a su familia, era tanto esperanzadora como desgarradora.
Los comerciantes del mercado proporcionaron información adicional sobre los hábitos y comportamiento de el técnico. Varios mencionaron que a veces murmuraba mientras trabajaba, repitiendo palabras como shalapa y casa, aunque parecía no entender completamente su significado. Una florista recordaba que una vez se había detenido frente a su puesto, mirando fijamente las margaritas blancas, y había comenzado a llorar sin explicación aparente. “Le ofrecí una flor gratis”, recordaba la florista, doña Carmen Ruiz, pero él me dijo que no podía aceptarla porque no sabía quién se la daría.
Era obvio que las flores significaban algo especial para él, pero no podía recordar qué. El detalle sobre las margaritas blancas impactó profundamente a Beatriz, quien recordaba que eran las flores que Nascimento siempre le llevaba cuando llegaba tarde a casa. El hecho de que hubiera reaccionado emocionalmente a estas flores específicas sugería que su memoria subconsciente mantenía conexiones con aspectos importantes de su relación. Los investigadores comenzaron a visitar el mercado diariamente, esperando que el técnico regresara para buscar trabajo.
También establecieron contactos con todos los comerciantes, pidiendo que los llamaran inmediatamente si el hombre aparecía nuevamente. Se distribuyeron fotografías actualizadas y se ofreció una recompensa específica por información que llevara a un contacto directo. Durante este periodo de vigilancia, la familia Herrera experimentó una mezcla compleja de emociones. Por un lado, estaban más cerca de encontrar a nacimiento de lo que habían estado en 20 años. Por otro lado, la evidencia sugería que había estado sufriendo de confusión. severa y condiciones de vida precarias durante décadas, lo que añadía una dimensión de culpa y tristeza a su esperanza.
Don Raúl, cuya salud había continuado deteriorándose, pasaba sus días en una silla junto a la ventana, mirando hacia la calle, como si esperara ver a su hijo aparecer en cualquier momento. “Siento que está cerca”, repetía a cualquiera que lo escuchara. Después de todos estos años, finalmente está tratando de regresar a nosotros. En mayo de 2018, 8 meses después del incidente del cajero automático que había reavivado la investigación, llegó la llamada que la familia había estado esperando. Doña Carmen Ruiz, la florista del mercado San Juan de Dios, contactó a los investigadores para reportar que el técnico había aparecido nuevamente y que esta vez parecía diferente.
“Está aquí ahora mismo,”, susurró Carmen por teléfono, “pero algo ha cambiado. ” está mirando las flores y repitiendo un nombre. Creo que está diciendo Beatriz una y otra vez. se ve más confundido que antes, pero también como si estuviera recordando algo importante. Los investigadores, junto con Beatriz y Ricardo se dirigieron inmediatamente al mercado. Durante el trayecto de 30 minutos desde su hotel hasta el mercado, Beatriz experimentó una tormenta de emociones que la llevó desde la euforia hasta el pánico.
Después de 21 años de búsqueda, finalmente podría estar a punto de ver nuevamente al hombre que había amado. Cuando llegaron al mercado, doña Carmen los condujo discretamente hacia una sección donde los técnicos independientes solían reunirse para buscar trabajo. En una esquina parcialmente oculto, detrás de un puesto de herramientas usadas, estaba sentado un hombre de aproximadamente 46 años, con cabello canoso y prematuramente envejecido, sosteniendo un pequeño ramo de margaritas blancas. Beatriz lo reconoció inmediatamente a pesar de los cambios que 20 años y el sufrimiento habían causado en su apariencia.
Los ojos eran los mismos, aunque ahora cargados con una tristeza profunda y confusión evidente. La forma de sus manos, la manera en que se sentaba, los gestos inconscientes que hacía mientras pensaba, todo era inequívocamente nacimiento. Es él, susurró Beatriz con lágrimas corriendo por sus mejillas. Después de todos estos años es realmente él. El hombre levantó la vista cuando se acercaron y por un momento sus ojos se encontraron con los de Beatriz. Durante varios segundos que parecieron eternos, la miraron con una expresión de reconocimiento parcial, como si estuviera viendo algo familiar, pero no pudiera ubicarlo completamente en su memoria fragmentada.
“Beatriz”, murmuró Nascimento con voz ronca y insegura. ¿Eres real o eres otro de mis sueños?” Las palabras fueron como un rayo de esperanza y dolor combinados. Beatriz se acercó lentamente con los brazos extendidos mientras las lágrimas corrían libremente por su rostro. “Soy real, mi amor”, respondió con voz quebrada. “He estado buscándote durante 21 años. Finalmente te encontré.” Ncimento se puso de pie temblorosamente, aún sosteniendo las margaritas blancas. Su rostro mostraba una lucha interna intensa, como si estuviera tratando de reconciliar memorias fragmentadas con la realidad presente.
“Sabía que te conocía”, susurró. Durante todos estos años sabía que había alguien importante que no podía recordar. “¿Estás aquí para llevarme a casa? El abrazo que siguió fue silencioso, pero cargado de 21 años de dolor, esperanza y amor inquebrantable. Nacimiento se aferró a Beatriz como si fuera un ancla en un mar de confusión, mientras ella susurraba palabras de tranquilidad contra su oído. “Estás a salvo ahora”, le repetía, “ya buscando. Te llevamos a casa. Ricardo observaba la escena con lágrimas en los ojos, grabando mentalmente cada detalle para poder contárselo más tarde a su padre.
El investigador Miguel Ángel Soto mantenía una distancia respetuosa, pero documentaba discretamente el momento histórico que culminaba décadas de búsqueda incansable. Ncento se separó lentamente de Beatriz, estudiando su rostro con la intensidad de alguien que trata de resolver un rompecabezas complejo. “Has cambiado”, murmuró tocando suavemente su mejilla. “Pero tus ojos, tus ojos son exactamente como los recordaba en mis sueños. ¿Cuánto tiempo ha pasado?” 21 años, respondió Beatriz con voz temblorosa. Desapareciste el 15 de agosto de 1997. Íbamos a casarnos en diciembre de ese año.
La información pareció golpear a Nascimento como una ola. Se tambaleó ligeramente y tuvo que apoyarse contra el puesto de herramientas. 21 años, repitió con incredulidad. Pero, ¿qué me pasó? ¿Dónde he estado todo este tiempo? Ricardo se acercó cautelosamente presentándose. Soy Ricardo, hermano de nacimiento. Papá está en casa esperando. Ha estado buscándote desde el primer día que desapareciste. Nascimento miró a Ricardo con confusión evidente, tratando de ubicar el rostro en sus memorias fragmentadas. Ricardo repitió lentamente. Creo, creo que recuerdo tu voz.
Solías arreglar bicicletas en el patio de atrás. Sí, confirmó Ricardo con emoción. Tenías una bicicleta azul que siempre se le desajustaba la cadena. Yo te ayudaba a repararla. Este intercambio pareció desbloquear algo en la mente de nacimiento. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras fragmentos de recuerdos comenzaron a filtrarse a través de la niebla de su amnesia. La casa Había una casa con un patio pequeño y había una mujer mayor que hacía café muy fuerte por las mañanas.
Mamá”, susurró Ricardo. Nuestra madre Esperanza, ella, ella murió en 2014, pero nunca dejó de creer que regresarías. La noticia de la muerte de su madre impactó a nacimiento profundamente. Se cubrió el rostro con las manos y comenzó a soyar con una intensidad que hablaba de años de dolor reprimido y confusión. No, no pude despedirme de ella. No pude decirle que la amaba. Beatriz lo abrazó nuevamente, sosteniéndolo mientras procesaba la pérdida y la culpa. Ella sabía que la amabas, le aseguró.
Hasta su último día. Ella sabía que estabas en algún lugar tratando de regresar a casa. Los comerciantes del mercado se habían reunido discretamente alrededor de la escena, muchos de ellos con lágrimas en los ojos al presenciar el reencuentro. Doña Carmen, la florista, se acercó y colocó suavemente una mano en el hombro de nacimiento. “Sabía que esas flores eran para alguien especial”, dijo con voz maternal. Tu corazón recordaba lo que tu mente había olvidado. El investigador Soto sugirió que era necesario llevar a nacimiento a un hospital para una evaluación médica completa antes de emprender el viaje de regreso a Shalapa.
Su condición física había mejorado desde los días en que vivía en la calle, pero aún mostraba signos de desnutrición crónica y agotamiento mental. No quiero ir a un hospital”, protestó Nascimento con pánico visible. “Los hospitales me confunden más. Solo quiero ir a casa. Por favor, llévenme a casa.” Beatriz intercambió miradas preocupadas con Ricardo, pero finalmente decidieron respetar los deseos de nacimiento. “Está bien”, le dijo con suavidad. Te llevamos a casa primero, pero tendrás que prometerme que verás a un médico una vez que estemos en Shalapa.
Durante el viaje de regreso, Ncimento se sentó entre Beatriz y Ricardo en el asiento trasero del auto rentado, alternando entre momentos de claridad sorprendente y periodos de confusión profunda. A veces recordaba detalles específicos de su vida anterior con precisión fotográfica y otras veces no podía recordar dónde estaba o por qué estaban viajando. Recuerdo que trabajaba reparando refrigeradores. Dijo durante uno de sus momentos lúcidos. Y recuerdo que amaba a una mujer llamada Beatriz más que a mi propia vida.
Pero entre esos dos recuerdos hay nada, como un vacío negro que no puedo llenar. Beatriz le tomó la mano y se la apretó suavemente. No tienes que recordar todo de una vez, le aseguró. Los médicos dicen que la memoria puede regresar gradualmente. Lo importante es que estás vivo y que estás aquí conmigo. A medida que se acercaban a Shalapa, Nacimento comenzó a mostrar signos de reconocimiento del paisaje. “Estas montañas”, murmuró mirando por la ventanilla. “Las conozco. Solía manejar por estas carreteras.” Su voz se volvió más ansiosa.
Había algo malo que pasó en estas carreteras, algo que no puedo recordar completamente, pero que me da miedo. El investigador Soto, quien conducía, intercambió miradas con Ricardo a través del espejo retrovisor. Era posible que Nascimento estuviera comenzando a recordar los eventos de la noche de su desaparición, lo que podría proporcionar respuestas sobre qué había ocurrido exactamente 21 años atrás. Cuando llegaron a la casa familiar en la colonia Rafael Lucio, don Raúl estaba esperando en el porche, apoyado en su bastón y acompañado por Alejandro y varios vecinos que habían seguido la historia durante años.
Al ver el auto acercarse, el anciano se puso de pie con dificultad, sus ojos fijos en las ventanillas tintadas. Nascimento salió del vehículo lentamente, mirando la casa que había sido su hogar durante su juventud. Sus ojos se llenaron de lágrimas al ver la figura frágil de su padre esperándolo. “Papá”, susurró y comenzó a caminar hacia él con pasos inseguros. Don Raúl soltó su bastón y extendió los brazos, y cuando padre e hijo se abrazaron, no había una sola persona presente que no estuviera llorando.
“¡Mijo!”, murmuró el anciano contra el oído de su hijo. “Sabía que regresarías. Tu mamá me lo dijo en sueños. Dijo que tenía que esperar un poco más. El reencuentro con Alejandro fue igualmente emotivo, aunque Nacimiento mostró más dificultad para recordar a su hermano menor. “Eras muy pequeño cuando cuando sea que me fui”, dijo con confusión. “Ahora eres un hombre adulto.” “Tenía 17 años”, explicó Alejandro. Ahora tengo 38 y tengo dos hijos que van a conocer a su tío que creían que era solo una leyenda familiar.
Durante los días siguientes, la casa de los Herrera se convirtió en un centro de actividad constante. Médicos, psicólogos, periodistas y familiares y amigos que habían participado en la búsqueda durante años llegaban para ver al hombre que había regresado después de más de dos décadas. El Dr. Raúl Mendoza, un neurólogo especializado en trauma cerebral, examinó a nacimiento extensivamente. Sus conclusiones fueron tanto alentadoras como preocupantes. Muestra signos de amnesia disociativa severa, probablemente causada por un trauma psicológico significativo”, explicó a la familia.
La buena noticia es que no hay evidencia de daño cerebral permanente. La mala noticia es que es imposible predecir cuánto de su memoria regresará o cuándo. El doctor también descubrió evidencia de lesiones físicas antiguas que habían sanado mal, incluyendo fracturas en las costillas y signos de trauma craneal que habían ocurrido aproximadamente dos décadas atrás. Algo violento le ocurrió poco después de su desaparición”, informó al investigador Soto. “Las lesiones son consistentes con un accidente automovilístico severo o un ataque físico.
Esta información proporcionó la primera pista real sobre qué había ocurrido la noche del 15 de agosto de 1997. Los investigadores comenzaron a desarrollar una teoría de que nacimiento había sido víctima de un crimen violento mientras viajaba de regreso del taller mecánico. Posiblemente un asalto que había salido mal o un secuestro que había resultado en lesiones severas y pérdida de memoria. Con esta nueva información, las autoridades reabrieron oficialmente el caso como una investigación criminal activa. Se organizaron búsquedas forenses en las áreas donde nacimiento podría haber sido atacado.
Se revisaron registros hospitalarios de 1997, buscando pacientes sin identificar que hubieran sido tratados por lesiones similares y se comenzó a buscar posibles testigos. que pudieran haber visto algo la noche de la desaparición. Durante este proceso, Ncimento experimentó episodios intermitentes de memoria que proporcionaron fragmentos adicionales de información. Durante una sesión con el psicólogo, recordó haber sido detenido por hombres armados en la carretera. Querían dinero, recordó con dificultad, pero yo solo tenía los 600 pesos que me había pagado don Evaristo.
No era suficiente para ellos. El recuerdo era fragmentario y doloroso, pero proporcionó evidencia de que había sido víctima de un asalto. Uno de ellos me golpeó en la cabeza con algo pesado. Continuó nacimiento durante otra sesión. Después de eso, todo se vuelve negro. Lo siguiente, que recuerdo claramente es despertar en un lugar que no reconocía, sin saber quién era o cómo había llegado ahí. Los terapeutas explicaron que la pérdida total de memoria posterior al trauma era consistente con casos severos de amnesia disociativa.
El cerebro de nacimiento había bloqueado no solo el evento traumático, sino también gran parte de su identidad anterior como mecanismo de protección psicológica. A medida que pasaban las semanas, algunos recuerdos comenzaron a regresar de manera espontánea. Neto recordó trabajos que había realizado, lugares donde había vivido durante los años perdidos y personas que había conocido. La imagen que emergía era la de un hombre que había vagado por México durante dos décadas, trabajando en empleos informales, viviendo en condiciones precarias y luchando constantemente con una sensación de pérdida que no podía identificar completamente.
Durante todos estos años sabía que había olvidado algo importante”, explicó a Beatriz durante una de sus caminatas vespertinas por el barrio. Era como tener una canción en la punta de la lengua, pero no poder recordar la letra. Sabía que en algún lugar había personas que me amaban, pero no podía recordar quiénes eran o dónde encontrarlas. Beatriz había tomado una licencia de su trabajo en la ciudad de México para estar con nacimiento durante su proceso de recuperación. La relación entre ellos era compleja y delicada, aunque él la recordaba y claramente sentía amor por ella.
Los 21 años de separación habían creado una brecha que no se podía cerrar simplemente con el reencuentro. Eres la misma persona de quien me enamoré”, le dijo Nazimento una noche mientras estaban sentados en el patio trasero de la casa familiar. “Pero también eres diferente. Has crecido, has cambiado, has vivido una vida completa sin mí y yo soy como un fantasma de quien solía ser.” Beatriz luchaba con sentimientos similares. “Te amé 21 años”, respondió. Pero también tuve que aprender a vivir sin ti.
No sé cómo reconciliar la persona que eras con la persona que eres ahora o cómo integrar todo lo que he vivido desde que desapareciste. La situación se complicó cuando Fernando, el psicólogo con quien Beatriz había desarrollado una relación en la Ciudad de México, llegó a Shalapa para ofrecer apoyo profesional durante la transición. Su presencia creó una tensión emocional adicional, particularmente para nacimiento, quien luchaba con sentimientos de celos y confusión sobre el lugar que ocupaba en la vida actual de Beatriz.
Entiendo que no podías esperarme para siempre”, le dijo Nazimento a Beatriz después de conocer a Fernando. “Pero ver que has compartido tu vida con otra persona mientras yo estaba perdido y confundido es más difícil de lo que imaginé.” Fernando, por su parte, manejó la situación con profesionalismo y con pasión excepcionales. En lugar de ver a Nacimento como una amenaza, lo vio como un paciente que necesitaba apoyo especializado. Mi relación con Beatriz nunca fue sobre reemplazar a alguien más, explicó durante una conversación privada con Nacimento.
fue sobre ayudarla a construir una vida independiente mientras mantenía viva la esperanza de tu regreso. Durante el proceso de terapia familiar emergieron verdades complejas sobre el impacto de la desaparición en todos los involucrados. Don Raúl confesó que había culpado secretamente a Beatriz por no haber insistido más en que Nacento se quedara en casa esa noche. Alejandro admitió que había crecido sintiéndose como el hijo de reemplazo, que nunca podría llenar el vacío dejado por su hermano desaparecido. Ricardo reveló que había abandonado sus propios sueños universitarios para ayudar económicamente en la búsqueda y que aunque no se arrepentía de su decisión, había luchado con resentimiento durante años.
“Todos sacrificamos partes de nuestras vidas esperando tu regreso”, le dijo a nacimiento durante una sesión familiar. Y ahora que estás aquí, tenemos que averiguar cómo reconstruir no solo tu vida, sino las nuestras también. Estas revelaciones fueron dolorosas, pero necesarias para el proceso de sanación familiar. El terapeuta explicó que la desaparición había creado lo que llamaba pérdida ambigua, un tipo de dolor especialmente complejo que resulta de no saber si un ser querido está vivo o muerto. 6 meses después del reencuentro, la vida había comenzado a establecer nuevas rutinas.
Nco, había recuperado aproximadamente el 60% de sus memorias anteriores a 1997, aunque los recuerdos de los años perdidos permanecían fragmentarios. Había comenzado a trabajar medio tiempo reparando electrodomésticos en un taller local, encontrando consuelo en la familiaridad del trabajo técnico. Beatriz había decidido dividir su tiempo entre Shalapa y la Ciudad de México, manteniendo su trabajo, pero pasando los fines de semana con Nacimento y la familia Herrera. Su relación con Fernando había evolucionado hacia una amistad profunda basada en el respeto mutuo y la comprensión compartida de la complejidad de la situación.
No sé qué deparará el futuro para nacimiento y para mí, confesó Beatriz durante una entrevista televisiva que marcó el primer aniversario del reencuentro. Lo que sí sé es que el amor que compartimos nunca murió completamente, pero tampoco puede simplemente continuar donde se detuvo hace 21 años. Estamos aprendiendo a conocernos nuevamente como adultos que han vivido experiencias completamente diferentes. Durante este periodo, las autoridades continuaron investigando los crímenes que habían resultado en la desaparición de nacimiento. basándose en sus recuerdos fragmentarios y evidencia forense, desarrollaron la teoría de que había sido víctima de una banda de asaltantes que operaba en las carreteras de la región a finales de los años 90.
Sin embargo, después de más de dos décadas, las posibilidades de identificar y procesar a los responsables eran mínimas. La mayoría de los casos similares de esa época permanecían sin resolver y muchos de los posibles perpetradores probablemente habían muerto o desaparecido. Lo importante no es obtener justicia retributiva. Observó el investigador Soto. Lo importante es que Nacimiento está vivo, está con su familia y está comenzando a sanar. Eso es más de lo que la mayoría de las familias en situaciones similares pueden esperar.
En diciembre de 2018, 21 años después de la fecha originalmente planeada para su boda, Nento y Beatriz participaron en una ceremonia simbólica de renovación de votos en la Iglesia del Sagrado Corazón. No fue una boda tradicional, sino una celebración de supervivencia. Perdón. y la complejidad del amor que trasciende el tiempo y el trauma. No estamos prometiendo que todo será perfecto”, dijo Beatriz durante la ceremonia. Estamos prometiendo que continuaremos trabajando juntos para construir algo nuevo sobre los cimientos de lo que una vez tuvimos.
Don Raúl, ahora de 80 años, pero revitalizado por el regreso de su hijo, pronunció unas palabras que resumían la jornada extraordinaria de la familia. Aprendimos que el amor verdadero no se trata de poseer a alguien, sino de nunca dejar de creer en la posibilidad de que regresen a casa. Y cuando finalmente regresan, el amor verdadero se trata de aceptar que tanto ustedes como ellos han cambiado y de encontrar maneras de amarse mutuamente tal como son ahora. La historia de Nento Herrera se convirtió en un símbolo de esperanza para miles de familias mexicanas que enfrentaban desapariciones similares.
Su caso demostró que incluso después de décadas de ausencia era posible encontrar respuestas y más importante aún era posible construir nuevas formas de familia y amor que honraran tanto el pasado como el presente. 3 años después del reencuentro, Nascimento había recuperado aproximadamente el 80% de sus memorias anteriores y había desarrollado estrategias efectivas para manejar los episodios ocasionales de confusión. había establecido su propio taller de reparación de electrodomésticos, encontrando propósito y estabilidad en el trabajo que siempre había amado.
Beatriz había tomado la decisión de mudarse permanentemente de regreso a Shalapa, cerrando el capítulo de su vida en la Ciudad de México. Su relación con nacimiento había evolucionado hacia algo que ninguno de los dos había anticipado. Fue exactamente el amor juvenil que habían compartido antes de su desaparición, pero tampoco algo completamente nuevo. Era una forma madura de compañerismo basada en la historia compartida, el respeto mutuo y la comprensión profunda del valor del tiempo que tenían juntos. En agosto de 2021, exactamente 24 años después de la desaparición original, la familia organizó una celebración privada para conmemorar no la pérdida, sino el reencuentro.
Fue una reunión íntima que incluyó solo a familiares cercanos y algunas de las personas que habían participado más activamente en la búsqueda durante los años de ausencia. Durante la celebración, Ncimento leyó una carta que había escrito para agradecer a todos los que nunca habían perdido la esperanza. No recuerdo los 21 años que estuve perdido, pero sí recuerdo el amor que me trajo de regreso a casa. Ese amor vivió en cada volante impreso, en cada oración pronunciada, en cada lágrima derramada y en cada día que ustedes se negaron a olvidarme.
Soy quien soy hoy, no solo por haber sobrevivido, sino por haber sido amado incondicionalmente, incluso cuando yo no podía amarlos de vuelta. La historia concluyó no con un final hollywoodense de reconciliación perfecta, sino con algo más real y valioso. Una familia que había aprendido que el amor verdadero no requiere perfección, sino persistencia. No demanda que el tiempo se detenga, sino que encuentra maneras de honrar tanto lo que fue como lo que es. Don Raúl falleció pacíficamente en su sueño en marzo de 2022.
5 años después del regreso de su hijo. Sus últimas palabras fueron de gratitud por haber vivido lo suficiente para abrazar nuevamente a nacimiento y por haber sido testigo de la prueba de que los milagros, aunque imperfectos y complejos, aún eran posibles. En su funeral, Ncimento pronunció el discurso final. Mi padre me enseñó que amar a alguien significa nunca dejar de buscarlo, incluso cuando todos los demás han perdido la esperanza. Me enseñó que la familia no se define por la sangre o la proximidad física, sino por la voluntad de continuar creyendo en el regreso de quienes amamos.
y me enseñó que home al que regresas igual que cuando te fuiste, sino un lugar que te acepta tal como regresas. Today, Herrera vive una vida tranquila en Shalapa, rodeado por una red de apoyo que incluye a Beatriz, sus hermanos y una comunidad que nunca olvidó su historia. Su caso sigue siendo estudiado por especialistas en trauma y amnesia, y su familia continúa apoyando a otras familias que enfrentan desapariciones similares. La tarjeta bancaria que había iniciado la cadena de eventos que llevó a su reencuentro se encuentra ahora enmarcada en la sala de la casa familiar, no como un recuerdo del dolor, sino como un símbolo de que incluso en la oscuridad más profunda siempre existe la posibilidad de encontrar el camino de regreso a casa.