“Cada domingo, mi suegra llegaba y se llevaba toda la comida del refrigerador. Cuando me quejé con mi esposo, se enojó y me llamó egoísta. Pero al día siguiente escondí un ‘regalo’ en la nevera… y cuando ella lo abrió, gritó, se desmayó, y mi esposo… cayó de rodillas, llorando y pidiéndome perdón.”
Llevábamos casi dos años de casados. Vivíamos en la ciudad, alquilando un pequeño apartamento cerca de la empresa donde ambos trabajábamos. No éramos ricos, pero trabajábamos…









