Mi esposa era el ángel perfecto ante el mundo, pero una noche volví a casa sin avisar y escuché a mi hija de 6 años suplicar tras una puerta cerrada. Lo que descubrí convirtió mi hogar en una escena de terror y a mí en el único que podía salvarlos.
El último trazo de mi pluma de oro sobre el contrato se sentía como un punto final a otro día vacío. Eran las nueve y…









