Un niño de 8 años sobrevivía en los túneles del metro de Buenos Aires, durmiendo entre ratas y oscuridad, hasta que un día desesperado, se aferró al abrigo de un desconocido que cambiaría su destino para siempre. Mateo se despertó sobresaltado cuando sintió el agua fría goteando sobre su frente. Las filtraciones en los túneles del SUPte de Buenos Aires empeoraban con cada tormenta. A sus 8 años ya era un experto en identificar los mejores rincones para resguardarse, aquellos donde la humedad no calaba tanto y donde los guardias de seguridad rara vez patrullaban. Se frotó los ojos y buscó a tientas su mochila desgastada, el único tesoro que conservaba de su vida anterior. Dentro guardaba una muda de ropa, un cepillo de dientes sin pasta…