Abuela, cuando me enteré de que mi madrastra no me daba el desayuno, cuando llegó el momento de comer solo medio plato de arroz, le dije que me divorciaría de ella, pero no se detuvo
Abuela, cuando me enteré de que mi madrastra no me daba el desayuno, cuando llegó el momento de comer solo medio plato de arroz, le dije que me divorciaría de ella, pero no se detuvo

“Abuela…” – Me atraganté en lágrimas.
Papá ya lo sabía, sabía que su madrastra no le daba el desayuno, y cuando se trataba de comidas, solo araba medio tazón, e incluso me regañaba cuando le pedía más. Papá golpeó la mesa con enojo:
“¡Si continúas tratando a mi hijo así, me divorciaré de ti de inmediato!”
En ese momento, pensé que estaba salvado, pensé que la oscuridad estaba a punto de pasar. Pero inesperadamente, no se detuvo aquí.
Mientras esperaba a que su padre se fuera a trabajar lejos, inmediatamente cambió su rostro. Tirando de la puerta de la habitación con fuerza, llamó a su hijo, su voz tan fría como el hielo:
“¡Ven aquí, te voy a enseñar a ser cortés hoy!”
Mi corazón latía con fuerza. Fuera del patio, los vecinos seguían barriendo descuidadamente las hojas, el sonido de las gallinas cantando en la distancia, pero nadie sabía que dentro de esa puerta cerrada, comenzaba una pesadilla.
Ella lo sentó, cerró la puerta con llave y sus ojos eran tan afilados como cuchillos. Entonces sucedió algo terrible, algo que nunca pensé que, de niño, tendría que sufrir. El sonido de su llanto se ahogó en su garganta, sin atreverse a pedir ayuda porque tenía miedo de que los vecinos lo supieran, miedo de que su padre lo supiera…
Toda la casa era sofocante como si no hubiera aire. Solo quedan susurros espeluznantes:
“No creas que tu padre puede protegerte… ¡Aquí, eres superfluo!”