Durante veinticuatro años trabajó como lloraora en funerales para mantener a toda la familia de su esposo, ganando más de 10 millones de VND en cada velorio; solo con tres funerales en un día era suficiente para vivir con lujo.
Según esta profesión de llorar durante 24 años para sostener a la familia del esposo; cada turno le pagaban más de 10 millones de VND, y solo necesitaba llorar tres turnos seguidos en un día para tener suficiente.
Durante los últimos 24 años, esta mujer vivió llorando en funerales — una profesión que todos consideran vergonzosa y humillante, pero que ella misma usó para apoyar a su esposo, sus hijos, y a sus suegros ancianos y frágiles. Por cada velorio, le pagaban más de 10 millones de VND, trabajaba tres turnos diarios, y el dinero nunca le faltaba. Pero en esa casa, nunca le mostraron la palabra “respeto”. Para la familia de su esposo, siempre fue una nuera de bajo rango que vivía con lágrimas falsas.

Cada tarde, al regresar del trabajo, ella silenciosamente dejaba el grueso sobre de dinero en el altar, luego se encerraba en su pequeña habitación, donde escuchaba las burlas de su nuera mayor y el susurro de sus nietos: “Su mamá es experta en llorar, ¿qué hay para enorgullecerse…?” Cada vez, apretaba los dientes y tragaba sus lágrimas en silencio.
Sin embargo, una tarde, al volver del trabajo, vio desde lejos en la entrada de su casa colgando un trozo de tela blanca. Los vecinos se reunieron, algunos suspiraron, otros se lamentaron. Entró temblando, quedó paralizada hasta que se derrumbó: toda la casa estaba cubierta con telas de luto, el altar lleno de humo de incienso, y en medio del patio un ataúd rojo brillante erguido.
Suspiró y preguntó:
— “¿Quién… quién ha muerto?”
Nadie respondió. Toda la familia de su esposo estaba sentada alrededor, mirándola fríamente. Cuando se acercó la hija mayor, su voz fue firme como un cuchillo:
— “He llorado por la gente toda mi vida, ahora es tiempo de llorar por mi familia. La persona en el ataúd… es mi padre. Mi padre ha muerto, y no sé dónde ganar dinero, ya todo está perdido.”
Ella gritó, corrió a abrazar el ataúd y lloró con el corazón roto. Pero entonces, en ese momento de desesperación, sus ojos tocaron la voluntad, bien puesta en el altar. Sus manos temblorosas se abrieron, y quedó asombrada:
👉 Toda la tierra y propiedad — por la que ella lloró y trabajó durante décadas para mantener a la familia — fueron transferidas a nombre de… dos cuñados varones. Y ella, junto con sus hijos, no tenía ni una sola línea de referencia.
Todo el patio quedó en silencio. Solo se oyó un grito amargo de mujer… Por primera vez en 24 años, lloró de verdad — lloró por su propia vida.