UN BUEN HIJO NO ESPERA A QUE SU MADRE LE PIDA… ÉL SOLITO LLEGA CON LO QUE HACE FALTA

Un buen hijo no necesita que su mamá le diga con vergüenza:
“Hijito, ¿me puedes ayudar con algo esta semana?”

Él sabe lo que costó criarlo, alimentarlo, mandarlo a la escuela.
Sabe que sus padres se partieron el lomo para que a él nunca le faltara un plato en la mesa ni un cuaderno en el bolso.

Apenas cobra su salario, su corazón le recuerda:
¿Qué le hace falta a mi mamá?
¿Con qué puedo alivianarle la carga a mi papá?

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Porque no olvida…
Aquellas noches donde su madre se quedó con hambre para dejarle su comida.
O cuando su padre caminó kilómetros para que él pudiera ir a estudiar con zapatos nuevos.

Ese tipo de amor no se paga con dinero…
pero se honra con gestos, con presencia, con provisión.

Un buen hijo no se borra, no se hace el ocupado, ni el indiferente.
Él llega con lo que puede: con mercado, con medicinas, con abrazos sinceros.
Porque entiende algo que muchos olvidan:

Sus padres lo dieron TODO cuando él no tenía NADA.
Y ahora que puede… no se hace el ciego, ni el sordo.
Se hace PRESENTE.

Si todavía tienes a tus padres, no llegues con palabras vacías… ¡llega con acciones!

Crédito a su autor