SE LLAMABA NURIA… Y LIMPIABA BAÑOS EN SILENCIO

SE LLAMABA NURIA… Y LIMPIABA BAÑOS EN SILENCIO

Durante tres años, Nuria trabajó limpiando los baños del Instituto Técnico del Centro. Entraba a las seis, salía a las dos, y nadie sabía mucho de ella.

Nunca faltaba, nunca hablaba. Solo limpiaba.

Los alumnos se cruzaban con ella y a veces decían:
—¡Qué asco, huele a lejía!
—Cuidado con la bruja, que siempre está en los baños…

Y Nuria, con su uniforme gris y su moño apretado, seguía fregando. En silencio.

Una tarde, Álvaro, estudiante de segundo, se quedó encerrado en el baño llorando. Su novia le había dejado. Se sentía inútil. Su padre le había dicho que era una decepción.

Y ahí, solo, sentado en el suelo frío del baño, rompió en sollozos.

Hasta que escuchó una voz.

—¿Estás bien?

Era Nuria. Él quiso responder con sarcasmo, pero algo en su tono lo frenó.

—No mucho.

Ella se quedó al otro lado de la puerta.

—¿Quieres que me quede un momento?

—¿Usted? ¿Para qué?

—Porque a veces solo hace falta que alguien se quede.

Pasaron cinco minutos. Diez. Veinte.

Y Nuria seguía allí.

—¿Sabes una cosa, chico?

—¿Qué?

—Yo tuve tres hijos. Uno se fue de casa a los 16, y nunca volvió. El otro se quitó la vida a los 22. Y la pequeña… es lo único que me queda. Vive en otro país. A veces no responde los mensajes. Así que… si hoy lloras, hazlo. No es debilidad. Es lo único que te mantendrá humano.

Álvaro no supo qué decir. Solo lloró más fuerte.

—¿Por qué me cuenta esto?

—Porque me recuerdas a mi hijo. El que no volvió.

Días después, Álvaro buscó a Nuria. Le dio las gracias. Le pidió perdón por todas las veces que fue indiferente.

Desde entonces, la saludaba cada día. Como él, otros empezaron a hacerlo también.

Un día, el director la llamó a su oficina.

—Señora Nuria, me han llegado varias cartas de alumnos agradeciéndole su trato, su apoyo, sus palabras. ¿Le gustaría formar parte del equipo de orientación emocional?

Nuria se quedó en silencio. Sus manos temblaban.

—Yo solo limpio baños, señor.

—Y aun así, ha hecho más que muchos psicólogos titulados.

Aceptó.

Hoy, Nuria no limpia baños. Pero aún lleva su moño apretado. Y su bata gris. Porque, según dice, hay cosas que no se lavan con lejía, pero sí con humanidad