Casada durante 17 años, su marido tuvo una aventura durante 13 años, tiene un hijo ilegítimo: la esposa pidió el divorcio, pero sus últimas palabras enfurecieron a todos.
Casada durante 17 años, su marido la engañó durante 13 años, incluso tuvo un hijo fuera de ella: la esposa pidió el divorcio, pero sus últimas palabras hicieron enfadar a todos.
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Hace diecisiete años, Lia creía ser la mujer más feliz del mundo al lucir un vestido de novia blanco. Diecisiete años después, se dio cuenta: lo único que su esposo no había traicionado… era el certificado de matrimonio.
Lia Santos conoció a Marco Cruz cuando tenía 24 años, recién graduada de un programa de formación docente. Marco era ingeniero civil, 5 años mayor que ella, hablaba bien, era maduro y siempre hacía que Lia se sintiera querida y protegida. Dos años de amor culminaron en una cálida boda en Ciudad Quezón. Lia creía que se había casado con la persona indicada.
En los primeros años de matrimonio, la vida transcurrió en paz. Lia se tomó un descanso de la docencia para cuidar de Basti, su primer hijo. Marco solía llegar tarde a casa, pero aun así le daba a su esposa ligeros abrazos y besos en la frente. Lia creía en una vida sencilla, en su esposo y en la pequeña familia por la que había sacrificado todo.
Luego, en el cuarto año, todo cambió. Marco hacía viajes de negocios constantemente, a veces durante una semana entera. Era callado y se irritaba fácilmente cuando Lia le hacía preguntas:
— “¿Para qué preguntas tanto? No entiendo a qué te dedicas”.
El sexo era poco frecuente. Las largas noches de silencio dejaban a Lia perdida en su propia casa en Caloocan.
Una noche, mientras Marco se duchaba, su teléfono sonó repetidamente. Lia dudó, pero el instinto la impulsó a abrirlo. Apareció un mensaje:
“Buenas noches, cariño. El bebé y yo te extrañamos mucho…”.
A Lia se le paró el corazón.
— “¿Quién es?”, preguntó cuando Marco salió.
— “Solo un amigo. No te pases”, espetó Marco, arrebatándole el teléfono.
Por primera vez, Lia se mostró escéptica. Pero se tranquilizó: podría ser un malentendido. Cuidar la casa por el bien del niño…
Así que guardó silencio durante muchos años. Se sacrificó, se tragó las lágrimas, se convirtió en una esposa resignada; mientras el dinero llegara con regularidad, la niña seguía satisfecha.
El año 17, recibió una extraña llamada a media tarde:
— “Eres la esposa de Marco, ¿verdad? Deberías saber que no solo te tiene a ti…” Una voz de mujer la desafió.
Lia tembló. Por primera vez en todos esos años, contrató a alguien para que la siguiera. Las fotos le llamaron la atención: Marco de la mano de una mujer, llevando a una niña de 6 años a la escuela. En la grabación, la niña llamaba a Marco “Papá”.
Trece años de mentiras. Dos vidas paralelas: una era una esposa dulce y paciente; la otra, una amante y una hija ilegítima.
Lia no lloró. Recopiló pruebas en silencio: fotos, grabaciones, declaraciones y el certificado de nacimiento de la niña, que indicaba claramente que Marco Cruz era el padre. Esa noche, cuando Marco llegó a casa, Lia lo esperaba. —¿Tienes algo que decir?
—¿Descubriste algo más? —preguntó Marco con frialdad.
—Lo sé todo. Ella. La niña. Trece años… es suficiente. Voy a solicitar la anulación.
Marco rió, con la risa más despectiva que Lia había oído jamás:
—¿Crees que es así de simple? Compré esta casa. Si quieres irte, vete. En cuanto a Basti, yo lo criaré.
Lia rompió a llorar, no de dolor, sino de despertar:
—Me iré. Pero no con las manos vacías. Y pagarás el precio.
A la mañana siguiente, Lia se reunió con su abogado. Le entregó todas las pruebas. El abogado aconsejó: una demanda de nulidad basada en adulterio prolongado, con separación legal para dividir los bienes según el régimen de la pareja, la custodia de los hijos y la pensión alimenticia.
El juicio en la Sección de la Corte Penal Internacional de Ciudad Quezón se celebró después de más de un mes. Marco entró con seguridad, con arrogancia, sin abogado, quizás pensando que Lia no se atrevería a luchar.
Pero Lia era diferente. Se mantuvo erguida, presentando claramente cada prueba. La sala permaneció en silencio. El juez frunció el ceño al leer el certificado de nacimiento de la hija ilegítima.
Marco seguía terco y pronunció una frase que enfureció a todo el tribunal…
— “La crié durante 17 años. Se quedó en casa, no hizo nada, vivió feliz. ¿Ahora quieres dejarme?”
El juez dijo con severidad:
“Tú eres quien cometió adulterio. Tu esposa no tiene la culpa. No culpes a la víctima”.
Cuando le preguntaron:
“¿Está de acuerdo con la petición?”, Marco respondió con frialdad:
“No. No la firmaré y no aceptaré a una mujer ingrata”.
Toda la sala del tribunal silbó de ira. Incluso el personal del tribunal negó con la cabeza ante el descaro.
Finalmente, el tribunal aprobó: la separación legal; los bienes vendidos y divididos conforme a la ley; la custodia de Basti otorgada a Lia; Marco debe pagar la manutención mensual de los hijos; el caso de nulidad continúa debido al adulterio y engaño a largo plazo. Marco dio un portazo y se fue antes de que el juez terminara de hablar.
Pero la vida no terminó ahí. Mia, su amante, al enterarse de que Marco había perdido su casa y tenía que pagar la manutención, lo abandonó, dejando atrás a la niña. Marco perdió su trabajo debido al escándalo. Ahora tiene que mantener a Basti y criar a su pequeña hija solo.
Lia es diferente. Se matriculó en contabilidad, trabajó a tiempo parcial y abrió una pequeña tienda de contabilidad y preparación de impuestos.