EL HIJO DEL MILLONARIO RECHAZÓ A 100 MUJERES RICAS, PERO ACEPTÓ A LA EMPLEADA COMO MADRE

 

Guadalupe empujó la puerta de la habitación y encontró el caos, juguetes rotos, ropa rasgada, una silla volcada y en el rincón, un niño de 8 años con los puños cerrados y los ojos rojos de tanto llorar. Cuando vio a Guadalupe, explotó. Vete de aquí, te odio. Mateo corrió hacia ella con los puños en alto. Guadalupe no retrocedió.

Ella le sujetó ambos puños con firmeza, pero sin lastimarlo. El niño forcejeó, escupió, intentó patear. “Puedes pegarme si quieres”, dijo ella, mirándolo directamente a los ojos. “Puedes gritar, pero no me voy a ir.” Mateo se detuvo jadeando. “Yo yo odio a todo el mundo. Lo sé. Yo también odié.” Guadalupe lo sujetó con firmeza. Yo tenía un hermano.

Murió cuando tenía 12 años y me dio tanta rabia que quise romperlo todo igual que tú. El niño se quedó quieto, solo temblando. Tu mamá murió, ¿verdad? Fue como si algo dentro de él se hubiera roto por completo. Mateo cayó de rodillas y empezó a llorar. Un llanto desesperado de quien ha aguantado todo por demasiado tiempo.

Guadalupe se agachó y abrió los brazos. Él se lanzó a sus brazos y lloró en su hombro. Lloró por la madre que nunca volvería. Lloró por la rabia que no sabía cómo sanar. “Llora todo lo que necesites”, susurró ella, “no iré a ninguna parte.” Cuando Mateo finalmente paró, estaba exhausto.

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Apoyó la cabeza en su hombro y se durmió. Fue así como Esteban Benavides los encontró. se quedó paralizado en la puerta sin poder creerlo. El hijo al que nadie podía tocar dormía tranquilamente en el regazo de una extraña. Por primera vez en 4 años Esteban sintió esperanza. “¿Cuánto tiempo lleva así?”, susurró Esteban entrando en la habitación.

Unos 15 minutos. Necesitaba llorar. Él lloró. Su voz se quebró. Guadalupe asintió. Esteban miró a su hijo con el rostro relajado, sin la tensión que siempre cargaba en los hombros. Soy Esteban, su padre. Y ustedes, Guadalupe, de la agencia de limpieza, ¿cómo logró? No terminó la pregunta. Entendí su rabia. Perdí a mi hermano en un tiroteo.

Sé lo que es querer destruirlo todo. Esteban cerró los ojos por un segundo. Cuando Sofía murió, yo iba manejando. Un camión se pasó el semáforo. Choqué de su lado. Mateo vio todo desde el asiento de atrás. Tenía 4 años. Y usted se culpa por estar vivo todos los días. Guadalupe acarició el cabello de Mateo.

¿Podría volver?, preguntó Esteban. desesperado. Ya ha tenido siete psicólogas y ninguna ha logrado lo que usted hizo en media hora. Vuelvo, pero no como empleada de limpieza. Solo sé ser yo misma. Es exactamente eso lo que él necesita. En ese momento se podía cortar la tensión con un cuchillo.

Esteban, ¿qué está pasando aquí? Antonia estaba en la puerta mirando la escena con una sorpresa que se convirtió en rabia. Voy a contratarla”, dijo Esteban levantándose tres veces por semana para que se quede con Mateo. Enloqueciste una extraña, una extraña que logró lo que nadie ha conseguido en 4 años.

Antonia apretó los labios. “Hablaremos después en privado.” Le dirigió una mirada glacial a Guadalupe. “Puedes irte ahora.” Cuando Guadalupe salió con Esteban para acordar los detalles, Antonia se quedó parada en el pasillo y la expresión en su rostro era de puro odio. Esteban llevó a Guadalupe a la cocina. Disculpa por mi tía. Ella vive aquí desde que Sofía murió.

A veces es demasiado protectora. Está bien, entiendo. Puedes empezar el lunes tres veces por semana. Te pagaré el triple de lo que ganas como limpiadora. El triple, abrió los ojos de par en par. No tiene que estarás salvando a mi hijo. Eso no tiene precio. Guadalupe dudó. Ese dinero cambiaría su vida y la de su madre, pero también la pondría dentro de un mundo que no conocía. Pero recordó la carita de Mateo en paz.

Hecho. Ambos se dieron la mano. Afuera de la cocina. Antonia lo escuchaba todo. Caminó hasta el despacho, cerró la puerta con llave y fue hasta la caja fuerte empotrada detrás del cuadro. Adentro había fajos de billetes y carpetas con documentos, facturas falsas, recibos inventados, todo a nombre de Mateo, justificando tratamientos que nunca existieron.

Antonia llevaba 4 años desviando dinero, más de 3,600,000 pesos mexicanos. Si Esteban se casaba de nuevo, la nueva esposa auditaría las cuentas. Antonia sería descubierta, lo perdería todo, incluso podría ir a la cárcel. Tomó su celular y escribió un mensaje. Necesito hablar contigo, urgente. Tenemos un problema. Antonia miró las carpetas en la caja fuerte y la cerró de un portazo. Esa no va a durar, murmuró.

No lo voy a permitir. Pasaron dos semanas. Guadalupe iba a la casona todos los lunes, miércoles y viernes. Al principio, Mateo era desconfiado, pero poco a poco se fue abriendo. Le preguntó si se iría como las demás. Guadalupe prometió que no y cumplió su promesa. Mateo empezó a comer sin tirar la comida. Recogía sus juguetes cuando ella se lo pedía.

Incluso sonrió por primera vez cuando ella recogió un carrito que se había caído debajo de la cama. Esteban observaba todo desde la puerta llorando de alivio, pero no todo era color de Mercedes. Las empleadas empezaron a comentar entre ellas, “Va a terminar quedándose con el patrón. Ya verán, dijo la cocinera. Una limpiadora. Él nunca se rebajaría a tanto. No han visto la forma en que la mira.