Likes y Llantos

I. El brillo de la pantalla
En la Ciudad de México, donde los rascacielos de cristal se alzan sobre los barrios olvidados, Camila Álvarez era una influencer con más de tres millones de seguidores. Su vida parecía perfecta: viajes, ropa de diseñador, y colaboraciones con marcas de lujo. Pero detrás del filtro Valencia, todo giraba en torno a una sola obsesión: mantener su estatus.
Una mañana, mientras transmitía en vivo desde su coche eléctrico, pasó frente a una protesta de trabajadores de una fábrica textil en Naucalpan. Sin pensarlo, dijo entre risas:
“Ay, ¿por qué no buscan otro trabajo en vez de bloquear las calles? ¡Qué flojera!”
El clip se volvió viral. Pero no por admiración… sino por indignación.
II. La caída
En cuestión de horas, su nombre fue tendencia.
#CamilaDesconectada, #LaInfluencerDelPrivilegio.
Las marcas rompieron contratos. Los seguidores desaparecieron. Camila intentó defenderse, pero cada palabra la hundía más.
Desesperada, se refugió en casa de su abuela, en Iztapalapa, un barrio donde las calles no brillaban con neones, sino con el polvo y el calor de la vida real. Allí, por primera vez en años, nadie la reconocía. Nadie la seguía.
Su abuela, Doña Lupita, le dijo con calma:
“Mijita, la gente no come likes. Pero tú puedes hacer algo bueno con lo que sabes.”
III. La transformación
Con el tiempo, Camila empezó a observar: los niños del barrio sin internet, las mamás que cosían hasta la madrugada, los jóvenes que querían estudiar pero no tenían medios.
Un día, una vecina le pidió ayuda para vender ropa en línea. Camila, con su experiencia digital, creó una pequeña cuenta de Instagram llamada @ManosDelBarrio.
Subía fotos, hacía videos mostrando las historias detrás de cada prenda. Al principio, pocos veían las publicaciones. Luego, una influencer menor compartió su historia con el mensaje:
“Así se usan las redes para bien.”
Y la magia ocurrió: pedidos desde todo el país, entrevistas en medios, y una comunidad unida.
IV. El renacer
Meses después, Camila regresó a las redes, no como la chica del lujo, sino como la fundadora de un proyecto social que daba empleo a mujeres marginadas. En su primer video dijo:
“Antes vivía por los likes. Ahora vivo por las personas que hay detrás de ellos.”
Su voz temblaba, pero el mensaje era real.
Miles de comentarios inundaron el post: corazones, agradecimientos, perdones.
Incluso algunos de los que la habían cancelado, le escribieron:
“Gracias por cambiar. Nos enseñaste algo.”
V. Epílogo
Años más tarde, @ManosDelBarrio se convirtió en una cooperativa nacional. Camila ya no tenía millones de seguidores, pero tenía algo más poderoso: respeto, amor y propósito.
Y cada vez que pasaba frente a una protesta, bajaba la ventanilla y sonreía, recordando que el verdadero cambio empieza cuando uno aprende a escuchar.