Una niña que iba a la escuela con los zapatos cambiados — pero no por error. Cuando el director le preguntó por qué, su respuesta dejó a todos en silencio.
—¿Por qué los llevas así? —preguntó el director mientras la niña entraba al colegio.
—¿Así cómo? —respondió ella.
—Los zapatos… están cambiados de pie.
—Lo sé. Me aprietan menos así.

Se llamaba Abril. Tenía nueve años, el cabello desordenado y una forma peculiar de caminar, como si flotara para no molestar al suelo.
La maestra, cansada de llamarle la atención por los zapatos, decidió hablar con su madre. Pero nadie acudió. Ni esa semana ni la siguiente.
—¿Dónde están tus padres, Abril?
—Mi papá no sé. Y mi mamá trabaja hasta tarde. A veces se olvida.
La maestra bajó la cabeza. Ya intuía la respuesta, pero escucharla de boca de la niña le dolía más.
—¿Y los zapatos? ¿No tienes otros?
Abril se encogió de hombros.
—Los encontré en la basura. Estaban al revés, pero igual sirven. Como yo.
Un día, en clase de dibujo, les pidieron que pintaran su mayor deseo.
Abril dibujó un armario con muchas cajas de zapatos, todos iguales, del mismo par. Todos suyos.
Alguien en la clase se burló:
—¡Qué tonta! Podrías haber pedido una casa con piscina o un coche volador.
Ella respondió sin levantar la voz:
—Cuando tienes poco, tus sueños no se inflan como globos. Son pequeños… pero caben en el corazón.
Silencio.
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La historia llegó al despacho del director. Al principio, solo como anécdota. Luego, como algo que removería algo más profundo.
La escuela organizó una campaña: “Un par para Abril”.
El primer día llegaron tres pares. Luego, veinte. Zapatos nuevos, usados, con lazo y sin él. Pronto, había más cajas que mesas en el aula.
—¡Pero yo solo quería uno que me quedara bien! —decía Abril entre risas, rodeada de zapatos como si fueran dulces.
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La historia se volvió viral. Salió en la radio local. Alguien contó su caso en televisión. Y desde muchos lugares llegaron más donaciones… no solo para ella, sino para decenas de niños con historias similares.
Abril fue entrevistada en un programa matinal.
La presentadora le preguntó:
—¿Qué aprendiste de todo esto?
Y Abril dijo:
—Que a veces, cuando crees que todo está al revés… es porque todavía no has aprendido a ver desde el corazón.
En la entrada de aquella escuela, hoy hay una placa con la silueta de dos zapatos invertidos. Abajo, una frase:
“Algunos caminan con los pies cambiados, pero siempre hacia adelante.”