La Felicidad No Es Algo Que Se Persigue
En un pequeño pueblo escondido entre las montañas, vivía un anciano conocido por todos — no por su sabiduría, ni por historias maravillosas de su juventud — sino porque siempre parecía arrastrar consigo… una nube gris.
La gente lo llamaba “el Viejo Gruñón”.
Desde el amanecer hasta el anochecer, cualquiera que pasaba frente a su humilde casa era recibido con suspiros pesados, quejas interminables sobre la vida y un ceño fruncido que parecía culpar al mundo entero.
Los adultos lo evitaban. Los niños huían de él como si fuera un resfriado andante. Cada vez que aparecía en el mercado, el ambiente se volvía tenso. Incluso decían en broma: “¿Quieres arruinar tu día? ¡Saluda al viejo!”
Pero una mañana fresca de otoño — el día en que cumplía 80 años — el pueblo entero quedó asombrado al verlo… sonreír.
Sí, ¡sonreír!
Y no era una sonrisa forzada o de cortesía, sino una verdadera: cálida como el primer sol del invierno, ligera como una brisa suave.
Era una expresión que nadie jamás había visto en su rostro arrugado en décadas.
El rumor corrió más rápido que el viento.
Los vecinos se reunieron frente a su porche, como si estuvieran presenciando un milagro. Y allí estaba él, tomando su té caliente, con una mirada tranquila y llena de una paz desconocida.
Uno de los presentes se atrevió a preguntar:
“Señor… ¿qué le pasó? ¿Por qué hoy está feliz?”
El anciano levantó la vista, aún con la sonrisa en los labios. Su voz era pausada, suave, como una vieja canción de cuna:
“Durante ochenta años busqué la felicidad.
Pensaba que si tenía más dinero, más salud, o si al menos desaparecía la soledad… entonces sería feliz.
Pero cuanto más la buscaba, más lejos parecía estar.Ayer desperté y pensé: ‘¿Y si nunca la alcanzo?’
Así que decidí… dejar de buscarla.Bebí mi té, sintiendo su aroma. Escuché a los pájaros cantar y dejé que su canto entrara en mi corazón.
Observé una hoja caer… sin desear que volviera a su rama.Y, sorprendentemente… fue la primera vez en mi vida que sentí verdadera felicidad.”
El silencio se apoderó del lugar. Algunos tenían lágrimas en los ojos. Otros bajaron la cabeza, como si aquella verdad los hubiera tocado en lo más profundo.
Lección:
La felicidad no es una meta al final del camino,
sino cada paso que das,
cada respiro que tomas,
cada instante que vives plenamente en el presente.