En medio del discurso durante la ceremonia de boda, la novia se desmayó al ver una marca de nacimiento en la mano de la madre del novio. Inesperadamente, ¡resultó ser la misma mujer que…!
En medio del discurso, la novia se desmayó al ver una marca de nacimiento en la mano de la madre del novio. Nunca había pensado que esa mujer fuera la que…

La música de la boda resonaba con fuerza, el enorme salón de banquetes en Mumbai brillaba como oro. Aditi, la joven novia, caminaba por la alfombra roja de la mano de Rohan, el hombre que amaba con todo su corazón. Se consideraba el día más feliz de su vida.
Bajo el escenario, los invitados aplaudían sin cesar. Meera, la madre de Rohan, una mujer bondadosa y amable, se acercó para acomodar el velo de su futura nuera, sus ojos llenos de ternura:
— “Eres muy hermosa… desde ahora llámame mamá.”
Aditi sonrió, pero su corazón se llenó de emociones encontradas. Desde el primer encuentro con Meera, había sentido una extraña cercanía. Su suave caminar, su voz áspera, sus ojos profundos… todo le dolía en el alma. Pero decidió ignorarlo, pensando que era solo producto de sus emociones.
Un momento inesperado
El maestro de ceremonias anunció:
— “¡Por favor, novio y novia, prepárense para intercambiar los anillos!”
Aditi se adelantó para tomar el anillo de la pequeña dama de honor cuando, de repente, un pequeño pañuelo bordado con hilo azul claro cayó del bolso de Meera.
Era solo una casualidad, pero para Aditi fue como un rayo que la fulminó.
En ese pañuelo estaba bordado:
“Aditi – mi hija, siempre te he amado.”
Era el pañuelo que había guardado durante más de 20 años en un orfanato en Delhi, el único tesoro que le quedó tras haberla dejado a la puerta del templo cuando tenía apenas tres años.
Aditi tembló, bajó corriendo, recogió el pañuelo y gritó:
— “¡Este pañuelo… ¿por qué lo tienes tú?!”
La verdad salió a la luz
El rostro de Meera palideció, su mano temblaba mientras intentaba arrebatarle el pañuelo, pero se detuvo. Sus ojos estaban rojos y su voz ronca:
— “Aditi… ¿eres tú mi hija?”
El ambiente de la boda se tornó tenso. Rohan quedó paralizado. Todos los invitados se pusieron de pie y comenzaron a susurrar.
Aditi se asustó, sus oídos zumbaban, la música y los aplausos de la boda se volvieron dolorosos.
— “¡Para nada!” — gritó con miedo en sus ojos — “¡Tú eres la madre de Rohan! Entonces, si soy tu hija… ¿me estoy preparando para casarme… con mi hermano?”
El grito resonó por todo el salón. Los ancianos estaban atónitos, los amigos en silencio, sin poder creerlo.
Una confesión entre lágrimas
Meera cayó de rodillas, con lágrimas rodando por sus mejillas:
— “No… no soy la madre biológica de Rohan. Soy el resultado de un amor oculto que tuve hace mucho tiempo. Mi familia me obligó a dejarte… Estaba muy triste, te perdí y te he estado buscando por años.”
Aditi retrocedió, su rostro se puso pálido, el anillo de bodas se le cayó de la mano. Su corazón se rompió.
Corrió y huyó de la boda, dejando atrás el clamor desesperado de Rohan —el hombre que pensaba era el amor de su vida— y los sollozos de Meera —la madre que había soñado conocer durante su infancia.
La noticia del desmayo y huida de la novia en la boda grandiosa de Mumbai se difundió en los periódicos. El titular fue sensacional:
“La novia descubre en su boda que es hija perdida de la madre del novio.”
La reputación de la familia Kapoor se vio sacudida. Los vecinos, amigos y familiares criticaron al clan Kapoor, considerándolos una vergüenza.
Aditi regresó a su pequeño cuarto alquilado en Delhi y rompió a llorar desconsoladamente. Miraba el pañuelo, sintiendo que todo en lo que había creído —amor, familia, sueños— se había destrozado en un instante.
Rohan también estaba profundamente dolido. El hombre que pensaba que pronto se casaría, de repente descubrió que la mujer que amaba podría ser su media hermana. Intentó contactar a Aditi, pero no obtuvo respuesta.
Al día siguiente, los parientes en la fiesta criticaron duramente:
— “La familia Kapoor ha manchado a toda la familia. Meera ocultó a su hijo y a su hija, ¿por qué mintió?”
— “Rohan ya no podrá recuperar su honor.”
Rohan permaneció en silencio, pero sus ojos mostraban resentimiento hacia su madre.
Meera se acercó a Aditi, se arrodilló y tomó su mano:
— “Aditi, me equivoqué. Cuando era joven, amaba a un hombre, pero mi familia me obligó a casarme con el padre de Rohan. Estaba embarazada de ti, me obligaron a dejarte y por eso tuve que abandonarte en el orfanato. Te he estado buscando por años… ese pañuelo es la prueba.”
Aditi sollozó:
— “¿Por qué no me lo dijiste antes? Sabes, crecí sola, siempre anhelando una madre… y hoy apareces, pero me has quitado mi único amor.”
Meera guardó silencio, con lágrimas continuas en sus mejillas.
Los rumores se propagaron por todos lados. La gente se burlaba:
— “La novia casi se casa con su propio hermano.”
— “Esto es una mala suerte, ya no podrán levantar la cabeza en la sociedad.”
El padre de Rohan perdió la empresa en manos de un socio y la reputación de los Kapoor se deterioró.
Mientras tanto, en Delhi, los compañeros de trabajo de Aditi murmuraban a sus espaldas. Ella renunció a su trabajo y se encerró en una pequeña habitación.
Un investigador independiente contratado para “silenciar” el escándalo descubrió una verdad aún mayor: el padre biológico de Aditi era Raj Malhotra, un empresario rico que estaba en conflicto con la familia Kapoor por poder.
Cuando la noticia se filtró, la tragedia se profundizó. Se creyó que la llegada de Aditi no fue coincidencia, sino una “pieza de ajedrez” en la guerra comercial entre ambas familias.
Rohan dijo con tristeza:
— “¿Entonces nuestro amor… solo fue un juego del destino?”
Meera, arriesgando destruir a su familia, decidió revelar toda la verdad ante la prensa:
— “Aditi es mi hija. El error fue mío, no de ella. Por favor, no la juzguen.”
La familia Kapoor la rechazó. Su esposo dijo fríamente:
— “Has destruido nuestro honor. Ya no eres una Kapoor.”
Meera salió de la mansión con solo el pañuelo bordado con el nombre de Aditi en la mano, con la esperanza de encontrar a su hija.
En la oscuridad de Mumbai, Aditi se sentó sola junto a la ventana, mirando las luces parpadeantes de la ciudad. Su teléfono vibró: era un mensaje de Rohan:
— “Aunque no podamos ser marido y mujer, siempre serás a quien más he amado. Vive por los dos.”
Las lágrimas llenaron los ojos de Aditi. Afuera, Meera se acercó y susurró:
— “Hija, no puedo devolverte tu infancia, pero pasaré el resto de mi vida tratando de compensarlo.”
La historia terminó con ojos llenos de amor, pero también con tristeza, indicando que la lucha contra los prejuicios sociales y los secretos familiares apenas comenzaba.