A las 2 de la madrugada, mi vecina llamó para quejarse: “En tu casa hay mucho ruido todas las noches”. Le respondí, “Pero yo no estoy en casa”…
A las 2 de la madrugada, mi teléfono no dejaba de sonar. Al otro lado estaba la voz agitada de mi vecina, la señora Kapoor, jadeando:

— “Neha, en tu casa hay ruido todas las noches, hay discusiones, se rompen cosas. ¡Ya no puedo soportarlo más!”
Me quedé sorprendida y rápidamente respondí:
— “Estás equivocada. He estado en un viaje de negocios en Mumbai durante toda una semana, no estoy en casa en Delhi…”
Por unos segundos hubo silencio al otro lado, y luego cortaron la llamada.
Esa noche, di vueltas en la cama, una inquietud indescriptible crecía en mi corazón.
Al día siguiente, compré en secreto una pequeña cámara, la escondí en la puerta, apuntando hacia ambas casas, y me dije a mí misma: “Si pasa algo, tendré que reunir pruebas”.
Curiosamente, desde ese día, la vecina dejó de llamar para quejarse. Todo estaba sospechosamente tranquilo. Me sentía cada vez más ansiosa, así que a medianoche revisaba la cámara en mi teléfono.
Y entonces… la escena que vi me dejó paralizada.
En la pantalla, la figura de mi esposo — Arjun — entraba sigilosamente a la casa vecina. No con las manos vacías, sino con una pequeña maleta. La puerta del vecino estaba entreabierta, y la señora Meera, la vecina, le daba la bienvenida con una sonrisa calculada.
Me quedé atónita, mi cuerpo temblaba. Pero eso no fue todo… Minutos después, un niño de unos 5 o 6 años corrió hacia Arjun, abrazándolo y gritando:
— “¡Papá ha vuelto!”
Me desplomé en la silla, mi corazón latía con fuerza.
Todo encajaba de repente: las llamadas de queja de los vecinos, esas noches en que él decía que trabajaba horas extras o salía con amigos, el silencio repentino cuando puse la cámara… todo era una farsa.
Resultó que no solo mi esposo era infiel, sino que tenía otra familia justo al lado de nuestra casa, ante los ojos de decenas de personas en ese barrio residencial de Delhi — y yo era la única que no lo sabía.
Parte 2: El plan silencioso
Me senté inmóvil frente a la pantalla del teléfono, mi corazón latía con fuerza. La imagen de Arjun sosteniendo a ese niño no salía de mi mente. El hombre en quien había confiado durante los últimos 7 años había construido otra vida justo al lado de nuestro hogar.
Esa noche no lloré ni grité. Solo sentí un vacío y una frialdad en los huesos. Pero en ese silencio, una idea comenzó a tomar forma en mi mente: “Si hago un escándalo ahora, él lo negará. Y los que más sufrirán serán mi hijo y yo”.
Decidí: me quedaría callada, pero no me rendiría.
Al día siguiente, preparé el desayuno como siempre, y mandé a Arjun al trabajo con una ligera sonrisa. Él no tenía idea de que todos los videos de la cámara estaban almacenados en mi computadora. Cada paso que daba en casa de Meera, cada momento, estaba en mis manos.
Empecé a recopilar más pruebas: recibos bancarios, transferencias secretas de dinero, ausencias sospechosas. Anoté todo, cada detalle pequeño o grande. Una colega cercana, Priya, me aconsejó:
— “Neha, no te enojes tan rápido. Controla la situación. Cuando llegue el momento, usa todo esto para buscar justicia.”
En esos días, empecé a ver a mi esposo con otros ojos. Vi cómo cada sonrisa falsa, cada promesa de “trabajar horas extras”, se había convertido en descaro. Pero no dije nada, porque sabía que cuanto más callada estuviera, más fuerte sería.
Una noche, cuando Arjun entró en la casa, le pregunté suavemente:
— “¿Tienes algo que decirme?”
Se sorprendió por un momento, pero rápidamente se recompuso:
— “No, todo está bien. ¿Qué piensas tú?”
Sonreí levemente y asentí:
— “Sí, yo también creo eso…”
Pero en mi mente susurré: “Tendrás que enfrentar la verdad. Pero no como tú esperas.”
Decidí esperar el momento adecuado: cuando tuviera suficientes pruebas, cuando hubiera preparado una posición firme para mí y para mi hijo, cuando Arjun no tuviera forma de negar nada.
Por primera vez en años, sentí una nueva conciencia. Ya no era la débil Neha que solo sabía confiar y esperar. Sería la Neha que escribiría su propio destino.