Esa noche no pudo dormir; no sabía si podría controlarse mientras pasaba cada día con su nuera…
Esa noche no pudo dormir; no sabía si sería capaz de controlarse mientras vivía día a día con su nuera…

En un pequeño pueblo de Uttar Pradesh, bajo el calor abrasador y los vientos secos que soplaban sobre los techos de tejas rojas, en una antigua casa de ladrillos, Arjun Sharma, de 62 años, estaba sentado en silencio junto a una tenue lámpara de aceite, con la mirada fija hacia la habitación contigua.
En esa habitación, su nuera Priya estaba ocupada probándose nuevos saris para una transmisión en vivo de ventas en línea. La luz del teléfono iluminaba su rostro, que se veía radiante y joven.
Arjun miró por la rendija de la puerta y sus ojos se llenaron de extrañeza.
Desde que su hijo Rahul había muerto en un accidente de tráfico, solo quedaban dos personas en la casa: él y Priya, junto con Amit, su nieto.
Al principio, él la consideraba como su propia hija, la única sobreviviente de Rahul.
Pero últimamente, al verla caminar de un lado a otro en la pequeña casa día tras día, su risa, su andar y su aroma aceleraban los latidos de su corazón, algo que no podía entender.
Una noche sin dormir
Esa noche dio vueltas en la cama.
Podía oír el ruido del ventilador del techo, los pasos suaves de Priya en su habitación, y a veces, a través de la delgada pared, su ronquido constante.
Sentía miedo. Miedo de que algún día no pudiera controlarse.
Susurró:
“Si ella estuviera viva… me odiaría. ¿En qué estoy pensando?”
El día ominoso
Una mañana, Priya dijo feliz:
“Papá, la escuela de Amit está organizando un viaje de dos días y una noche, ya lo inscribí. Mañana lo llevaré.”
Dos días después, cuando Amit se fue, solo quedaron ellos dos en casa.
Por la tarde, cenaron juntos, conversaron un poco y luego se retiraron a sus habitaciones.
Priya abrió su teléfono para la transmisión en vivo, leyendo los comentarios de los clientes mientras presentaba los saris.
En medio de esto, Arjun llamó:
“Priya, ¿estás libre? Ayúdame a vendar mi espalda, me duele mucho.”
“Papá, espera cinco minutos, termino el en vivo y voy.”
Un momento peligroso
Cuando Priya entró a la habitación, Arjun estaba sentado en la cama, con la espalda descubierta, la zona dolorida roja e inflamada.
Ella le puso la venda con cuidado y luego le masajeó los hombros con aceite.
Priya solía hacer esto cuando Rahul estaba vivo. Pero ahora, en la tranquila habitación, solo estaban ellos dos, y la luz amarilla hacía el ambiente pesado.
Cada vez que su mano tocaba, su cuerpo temblaba.
Podía sentir claramente que su corazón latía rápido.
Su mano era suave, y el aroma del aceite junto con el perfume de su cabello le mareaba.
Mientras masajeaba, Priya susurró:
“Deberías descansar más. Ya no debes agacharte para levantar madera, hacer demasiado esfuerzo hará que el dolor en tu espalda regrese.”
Cuando ella estaba a punto de levantarse, Arjun de repente extendió la mano y tomó la suya.
Su voz temblaba:
“Papá… perdóname…”
Ella se sorprendió. “¿Qué estás diciendo?”
Sus ojos estaban rojos, su mano temblaba mientras apretaba suavemente la suya.
“Sé que estoy equivocado, Priya. Incluso a esta edad, tener estos pensamientos… me siento humillado. Eres la nuera de la casa, la esposa de Rahul, y aun así dejé que mi corazón vacilara.”
Priya se quedó atónita. Nunca lo había imaginado.
Bajó la cabeza, con la voz quebrada:
“Tengo miedo… un día no podré controlarme y cometeré un pecado. Puedes odiarme, pero no puedo soportar pecar contra mi hijo, ni permitir que todo el pueblo me desprecie. Perdóname…”
Y comenzó a llorar desconsoladamente como una niña.
Perdón
Priya se quedó quieta y puso sus manos temblorosas sobre sus hombros:
“Papá… no estoy enojada. Lo entiendo. También me siento culpable por haberte hecho sentir incómodo sin querer. A partir de ahora, mantendré distancia para que estés tranquilo. Todavía te veo como mi padre biológico, y espero que tú también me veas como tu hija.”
Arjun levantó la cabeza, con lágrimas corriendo por su rostro.
Apretó su mano y solo pudo decir una frase:
“Gracias… por ayudarme a mantener mi humanidad.”
La noche del arrepentimiento
Esa noche, se sentó frente al altar, encendió otra lámpara de incienso y en silencio rezó a su difunta esposa:
“Radha… casi me perdí en el camino. Por suerte, mi nuera me salvó de mí mismo.”
Afuera, la luna brillaba sobre el viejo techo de tejas.
Esa luz parecía iluminar a dos personas solitarias, ayudándoles a mantener la delicada línea entre la moralidad y el deseo, entre el amor y el pecado.
Y desde esa noche, en esa pequeña casa de Uttar Pradesh, el viejo padre y la joven nuera viven juntos — como dos almas que saben cuándo detenerse para no perderse a sí mismos.