El carácter es como un árbol y la reputación como su sombra. La sombra es lo que pensamos de él; el árbol es lo real”.
Un joven había llegado a Guadalajara para una entrevista de trabajo en una empresa reconocida. Mientras caminaba por el patio de la oficina, un anciano vestido de forma sencilla se le acercó emocionado:
— ¡Muchacho! ¡Por fin te encontré! ¡Muchas gracias! ¡Fuiste tú quien salvó a mi hija cuando cayó al lago del Parque Metropolitano!
El joven, sorprendido, respondió:
— Lo siento, señor, creo que se equivoca. Yo no salvé a su hija… ni siquiera he estado en ese parque.
— ¡No, no! ¡Estoy seguro que fuiste tú! ¡Nunca olvidaría tu cara! —insistió el hombre.
— De verdad, señor, lo siento. No fui yo —repitió el joven con sinceridad.
El anciano bajó la mirada, decepcionado:
— ¿Será que me equivoqué de persona?
Días después, el joven recibió una carta de aceptación. Fue contratado. Tiempo después, durante una reunión en la empresa, volvió a ver al anciano… esta vez vestido de traje, hablando como líder frente a todos.
— ¡Oye! —le susurró a un compañero— ¿Ese no es el señor que me confundió con alguien que salvó a su hija?
El compañero soltó una carcajada:
— ¡Sí! Pero en realidad, nunca ha tenido una hija. Ese hombre es el director general de la empresa. Siempre hace eso para evaluar la integridad de los candidatos.
Dice que el talento se puede enseñar, pero la honestidad no. Si alguien es capaz de decir la verdad, incluso ante una posible recompensa o reconocimiento, entonces esa persona vale oro.
La integridad es el pasaporte más valioso en la vida.
En los momentos difíciles, cuando uno se debate entre lo correcto y lo fácil, el carácter es lo único que nos sostiene.
Como dijo Abraham Lincoln:“El carácter es como un árbol y la reputación como su sombra. La sombra es lo que pensamos de él; el árbol es lo real”.